La guerra burocrática en el Pentágono ha llevado a la suspensión de un importante alto funcionario de la Agencia de Desarrollo Espacial (SDA, por sus siglas en inglés), poniendo en crisis el escudo antimisiles de Trump en Estados Unidos. Si el presidente norteamericano pretende concretar su “Cúpula de Hierro” no solo necesitará una inversión de decenas de miles de millones de dólares y una gran cantidad de nuevos satélites, sino que deberá evitar que las investigaciones en curso afecten la autonomía de la agencia.
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La crisis al interior de la agencia clave para el escudo antimisiles de Trump
Durante los últimos seis años, la Agencia de Desarrollo Espacial del Pentágono ha trabajado en un componente esencial para lograrlo: una constelación sin precedentes de más de 1.000 satélites de pequeño tamaño en órbita terrestre baja, diseñados para detectar lanzamientos de misiles hipersónicos y monitorear de forma ininterrumpida los lanzadores móviles y otras amenazas en tierra. La SDA fue concebida con el propósito de avanzar con rapidez y evitar los obstáculos burocráticos que han ralentizado el desarrollo de armamento en Estados Unidos y han incrementado los costos.
Sin embargo, en el último mes, la SDA ha quedado envuelta en una crisis: Derek Tournear, su director, fue puesto en licencia una semana antes de la asunción de Trump y posteriormente abandonó el Pentágono. Actualmente, una disputa burocrática en torno al programa ha frenado el avance de la constelación y ha puesto en duda el futuro de la agencia.
Desde su creación, la SDA ha generado tensiones con los funcionarios encargados de adquisiciones, quienes han cuestionado su aparente elusión de la autoridad establecida. Además, ha despertado recelos entre líderes de la Fuerza Espacial y miembros actuales y pasados del personal, así como de un exfuncionario de la Fuerza Aérea, según lo señalado a Forbes.
Las tensiones entre la Agencia de Desarrollo Espacial y la Fuerza Aérea
Tournear ha admitido que su gestión incomodó a algunos dirigentes y, en 2023, afirmó que estaba dispuesto a asumir el papel de “policía malo” para evitar que la agencia se sometiera a lo que él consideraba procedimientos innecesarios y contraproducentes. Las sospechas en torno a su suspensión aumentaron cuando se supo que el equipo de Trump lo había considerado para un puesto de mayor jerarquía en el Pentágono, donde habría podido promover un enfoque más ágil en los procesos de adquisición.
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Tras su suspensión, la Fuerza Aérea comunicó que la medida estaba “pendiente de los resultados de una investigación”, sin especificar detalles. Una fuente familiarizada con el caso indicó que se trataba de acusaciones relacionadas con una posible comunicación indebida entre Tournear y Tyvak durante el proceso de licitación. Tyvak fue uno de los dos adjudicatarios de un contrato satelital que posteriormente fue impugnado por Viasat, el oferente perdedor. A principios de mes, la Fuerza Aérea optó por anular la adjudicación de 254 millones de dólares a Tyvak y volver a licitar el contrato.
En las semanas posteriores a la suspensión de Tournear, la SDA, una agencia con un equipo de 450 personas y un presupuesto de 5.000 millones de dólares, ha sido objeto de dos investigaciones. El excongresista Mac Thornberry lidera una revisión externa encargada por la Fuerza Aérea, con un plazo de 30 días para evaluar el desempeño y los métodos de la agencia, así como su estatus independiente dentro de la Fuerza Espacial. Adicionalmente, la semana pasada, el inspector general de la Fuerza Aérea notificó al jefe interino de la SDA que la agencia será sometida a una auditoría en marzo.
Como el statu quo del Pentágono atrasa la modernización militar de EE.UU.
“El establishment del Pentágono, la Fuerza Aérea y, en gran medida, la Fuerza Espacial han mantenido críticas constantes contra la SDA y, en particular, contra Derek desde su creación como entidad autónoma”, declaró el senador Kevin Cramer, republicano de Dakota del Norte y miembro del Comité de Servicios Armados del Senado que ha respaldado a la agencia. “Envía un mensaje escalofriante a la industria y a los profesionales de adquisiciones” sobre los riesgos de desafiar el statu quo en el desarrollo de armamento, añadió.
Se considera ampliamente que este statu quo representa un obstáculo para la modernización militar de Washington en respuesta a la rápida expansión de las fuerzas chinas, tras décadas de operaciones contra insurgencias con escasa capacidad armamentística en Medio Oriente y Afganistán. Un informe de 2024 de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental reveló que los principales programas de desarrollo de armas del Departamento de Defensa finalizados en los últimos años han tardado, en promedio, 11 años en completarse, tres años más de lo ya considerado excesivo.
El rendimiento deficiente de estos programas se refleja, entre otras cosas, en los costosos satélites geoestacionarios utilizados por los militares para comunicaciones y vigilancia. Cada uno de estos dispositivos tiene un costo de miles de millones de dólares y requiere entre cinco y diez años para su fabricación. Además, al ser fácilmente localizables, se convierten en objetivos vulnerables en caso de un conflicto bélico.
Los avances generados por la Agencia de Desarrollo Espacial
La SDA fue creada en 2019 con el objetivo de transformar este panorama. Su misión consistía en desplegar una red descentralizada de pequeños satélites en órbita terrestre baja, conocida como “Arquitectura Espacial de Combate Proliferado” o PWSA. Esta constelación tendría la capacidad de rastrear de manera más eficiente la creciente amenaza de los misiles hipersónicos y haría que la destrucción de un solo satélite resultara más costosa que su reemplazo.
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Inspirada en la industria de los teléfonos inteligentes, la SDA adoptó un modelo de desarrollo progresivo, lanzando nuevas tandas de satélites cada dos años e incorporando mejoras en cada iteración, en lugar de buscar un sistema perfecto desde el inicio. Para reducir costos, implementó un esquema de competencia abierta para cada lote de producción, evitando adjudicaciones exclusivas.
Para eludir los procesos tradicionales de adquisición, la SDA utilizó un mecanismo más ágil y poco frecuente denominado “nivel medio de adquisición”. Además, logró el respaldo del Congreso, lo que le permitió evitar trabas burocráticas y conservar su autonomía al ser transferida a la Fuerza Espacial, una rama creada también bajo la administración Trump pero que sigue formando parte de la Fuerza Aérea.
La importancia del líder de la Agencia en los proyectos militares de EE.UU.
En un plazo de apenas 27 meses desde la orden de fabricación, la SDA lanzó su primer grupo experimental de 27 satélites, con un costo relativamente accesible de 14 millones de dólares por unidad. Estos dispositivos lograron demostrar capacidades clave para la expansión de la red planificada, incluyendo la transmisión de datos entre satélites mediante láser, la detección de lanzamientos de misiles y la retransmisión de comunicaciones encriptadas en el formato militar Link 16 desde el espacio a un portaaviones en el Pacífico.
Uno de los métodos que empleó Tournear para acelerar el progreso fue asumir la responsabilidad de filtrar trámites burocráticos y solicitudes de información, permitiendo que sus gerentes de programa se concentraran en el desarrollo tecnológico. En algunas ocasiones, incluso, se negó a asistir a reuniones que consideraba innecesarias.
Sin embargo, no todos respaldaban la existencia de la SDA como una entidad independiente. Oficiales de alto rango en la Fuerza Espacial sostenían que la agencia debía estar bajo el control del Comando de Sistemas Espaciales, la unidad principal encargada del desarrollo de tecnología satelital, según reveló un exfuncionario de la Fuerza Aérea a Forbes.
¿Podrá construirse el escudo antimisiles de Trump?
Los mandos del Departamento de Defensa también impidieron que la SDA utilizara satélites comerciales listos para su despliegue, como se había contemplado inicialmente, por temor a depender de compañías privadas cuyas estrategias podrían cambiar o que podrían enfrentar dificultades financieras. Además, problemas en la cadena de suministro afectaron el desarrollo de los 158 satélites que componen la primera fase operativa de la constelación, obligando a posponer los lanzamientos programados de septiembre pasado a abril.
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Antes de su suspensión, Tournear analizaba si era conveniente retrasar aún más el calendario de lanzamientos o proceder con satélites que contarían con un conjunto limitado de funciones. El mes pasado, la orden ejecutiva de Trump para establecer la “Cúpula de Hierro” representó un espaldarazo para el proyecto insignia de la SDA, fijando como objetivo acelerar el despliegue del PWSA.
No obstante, la continuidad de la SDA en su estructura actual sigue siendo incierta. Los empleados temen que, incluso si mantiene su independencia, se designe a un nuevo director con un rango inferior al de Tournear, lo que en el Pentágono, un entorno fuertemente jerárquico, podría hacerla más vulnerable a presiones externas. A ello se suma la incógnita sobre qué recortes buscará implementar el Departamento de Defensa. Por el momento, se ha instruido a la SDA que reduzca su personal en un 10%, lo que implica la eliminación de 45 puestos en período de prueba.
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