El asteroide 2024 YR4, descubierto por el telescopio ATLAS, presenta una probabilidad de colisión con nuestro planeta de 1 entre 52 para diciembre de 2032.
Aunque este riesgo es bajo y las estimaciones son aún preliminares, el objeto ha llamado la atención tanto de la Agencia Espacial Europea (ESA) como de la NASA, al figurar en la Lista de Riesgo de Impacto Neo y en la Tabla Sentry.
Parámetros clave y proyecciones orbitales
El 2024 YR4 tiene un diámetro de 60 metros y se encuentra actualmente a más de 40 millones de km de la Tierra.
Según cálculos preliminares realizados por el Centro de Neoestudios (CNEOS), se espera que su acercamiento más cercano ocurra en diciembre de 2032, pasando a 106 mil km de nuestro planeta.
Para clasificar el riesgo que representa un objeto cercano a la Tierra, los científicos utilizan la escala Turín. Esta evalúa la probabilidad de impacto y las posibles consecuencias en caso de colisión.
Un objeto clasificado en el nivel 3, como el 2024 YR4, indica que se trata de un encuentro cercano que merece un seguimiento riguroso. Sin embargo, esta clasificación no significa que exista una amenaza inminente, ya que la trayectoria del asteroide aún presenta incertidumbres que se espera clarificar con futuras observaciones.
Los expertos coinciden en que las observaciones venideras serán fundamentales para refinar la órbita del 2024 YR4. En principio, durante el paso a 8 millones de km en 2028, se espera recabar datos más precisos mediante técnicas de seguimiento radar y óptico.
Para evaluar el peligro potencial, es fundamental determinar parámetros como la velocidad relativa y la composición del asteroide.
La velocidad, que en estos cuerpos ronda los 20 km/s, influye en la cantidad de energía que se liberaría en caso de un impacto. Una mayor velocidad implica mayor energía, lo que se traduce en un impacto más devastador.
Por otro lado, conocer la composición —si está formado principalmente por roca o por metales— es esencial para predecir cómo se comportaría al entrar en la atmósfera terrestre.
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Posibles escenarios de impacto para un asteroide rocoso
En el hipotético caso de un impacto directo, que hoy día tiene una probabilidad del 1,9%, el escenario dependerá fundamentalmente de la naturaleza del asteroide.
Si el 2024 YR4 estuviera compuesto mayormente de material rocoso, la fricción con la atmósfera lo haría fragmentarse antes de llegar a la superficie, generando una explosión aérea. Esta explosión evolucionaría en una bola de fuego y una posterior onda expansiva.
Las consecuencias de estos eventos podrían ser similares a las del enigmático caso de Tunguska, un presunto cometa de entre 50 y 60 metros de diámetro, que impactó en 1908 en una remota región de Siberia.
En ese caso, se estimó que la explosión liberó una energía de hasta 15 megatones de TNT, y la onda fue capaz de derribar árboles en una zona de 3.000 km cuadrados.
En zonas densamente pobladas, una explosión aérea similar podría ocasionar lesiones, escombros y fallas estructurales en edificaciones en un radio de 30 km.
Sin embargo, dado que la energía se dispersa en el aire, el riesgo de una devastación inmediata en una amplia área se reduce en comparación con un impacto directo en la superficie.
Posibles escenarios de impacto para un asteroide metálico
Por otro lado, si la composición de asteroide fuera predominantemente metálica, tendería a resistir la desintegración atmosférica, ocasionando la formación de un cráter en el terreno de impacto.
En ese caso, se puede tomar como referencia el Cráter Barringer de Arizona, originado hace unos 50 mil años. Se estima que un objeto de 50 metros de diámetro impactó directamente contra la superficie terrestre, dejando tras de sí un agujero de 1,2 km de ancho.
Si el 2024 YR4 fuera a impactar de lleno contra la Tierra, el área inmediatamente circundante al cráter sufriría una destrucción casi total. La onda de choque se propagaría, causando daños estructurales y lesiones varios kilómetros a la redonda.
Aunque el alcance de los daños dependería de múltiples variables, en áreas densamente pobladas el impacto directo generaría efectos catastróficos.
De cualquier forma, en el caso remoto de un impacto, la magnitud de los daños es completamente estimativa. Para obtener resultados más exactos, se requiere de estudios detallados.
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Estrategias de mitigación: El plan contra objetos cercanos a la Tierra
Ante la amenaza que representan los NEOs, la comunidad internacional ha desarrollado varias estrategias de mitigación.
Una de las propuestas consiste en el uso de impactores cinéticos, inspirados en la misión DART de la NASA. Esta técnica consiste en enviar una nave espacial para chocar deliberadamente contra el asteroide y alterar su trayectoria.
Otra alternativa son los tractores gravitacionales. Mediante el posicionamiento de una nave cerca del objeto, se aprovecharía la atracción gravitatoria para modificar su curso.
Finalmente, aunque es la opción más controvertida, también podría llevarse a cabo una intervención nuclear. En ese caso, se contempla el uso de explosiones nucleares en el espacio para fragmentar o desviar objetos de gran tamaño.
Zona de riesgo y declaraciones de expertos
El ingeniero David Rankin, del proyecto NASA Catalina Sky Survey, señaló que el “corredor de riesgo” de 2024 YR4 se extiende desde América del Sur, atravesando el Atlántico hasta Sudáfrica.
No obstante, enfatiza que, dada la incertidumbre actual en la determinación de su órbita, es muy probable que el asteroide no llegue a impactar la Tierra. Las observaciones futuras permitirán afinar los cálculos y, quizá, descartar por completo cualquier amenaza real.
De cualquier forma, el caso del 2024 YR4 es un recordatorio ineludible de que nuestro planeta vive bajo la constante vigilancia del cosmos.
Mientras se recaban más datos y la ciencia afina sus instrumentos en preparación para futuros encuentros cercanos, este enigmático visitante del espacio nos insta a mantener la calma, pero también a estar listos para actuar.
Al final, la carrera contra el destino de 2024 YR4 no solo es una cuestión de vigilancia, sino también una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con la seguridad planetaria y la exploración del universo.
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