Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en 2024, el mundo se enfrenta a una nueva encrucijada en cuanto al futuro del programa nuclear de Irán. Según analistas y diplomáticos, 2025 será un año crucial para la crisis nuclear iraní, especialmente considerando los avances significativos que Teherán ha logrado en su desarrollo de armas nucleares tras la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear en 2018 bajo la presidencia de Trump. Irán ha acelerado su programa, al punto de que hoy se considera un “estado umbral nuclear”, con la capacidad de fabricar una bomba nuclear en cuestión de días si decide avanzar en esa dirección.
Trump y su política de “máxima presión”, que ya aplicó durante su primer mandato, podría estar a la vista en los primeros meses de su nueva presidencia. Este enfoque, que combinó sanciones económicas severas con el aislamiento diplomático, tuvo un efecto contrario en su momento: en lugar de frenar el programa nuclear de Irán, lo aceleró. Hoy, con Irán más cerca que nunca de conseguir la capacidad nuclear, las opciones de Washington para frenar este avance son más limitadas.
El retorno de Trump a la política norteamericana abre un nuevo escenario: tanto los funcionarios de Irán como algunos de los asesores de Trump están dispuestos a considerar la reanudación de las negociaciones para un nuevo acuerdo nuclear. Pero las circunstancias han cambiado: Irán, que ha sido presionado desde varias frentes, está ahora más dispuesto a negociar debido a los reveses estratégicos sufridos en el Medio Oriente. La caída de su influencia, junto con las derrotas militares sufridas a manos de Israel, han dejado a Teherán en una posición más vulnerable. Estos factores podrían hacer que Irán busque un acuerdo con mayor urgencia, especialmente ahora que las sanciones de la ONU relacionadas con el acuerdo de 2015 están a punto de caducar.
Tras la salida de Trump del acuerdo nuclear en 2018, Irán no solo se enfrentó a las sanciones económicas y diplomáticas, sino que también comenzó a perder terreno en sus propios frentes de guerra en el Medio Oriente. Este debilitamiento es clave para entender por qué, hoy en día, Irán se muestra más dispuesto a reanudar las negociaciones para un nuevo acuerdo nuclear.
La perdida de poder regional de Irán
Irán, en su papel de potencia regional, ha estado involucrado en múltiples conflictos, no solo apoyando a grupos como Hezbollah en Líbano y a Hamas en Gaza, sino también estando en una guerra indirecta contra Israel a través de sus propios aliados. En este escenario, la pérdida de influencia en diferentes puntos de la región está golpeando duramente a Teherán. Por ejemplo, la caída de su influencia en Siria, con el avance de fuerzas opositoras y la incursión directa de Israel en territorio iraní, ha dejado al régimen iraní en una situación vulnerable, donde sus líneas de abastecimiento y poder en la región se ven afectadas.
El debilitamiento de Hamás en Gaza, la presión sobre Hezbollah en Líbano, y los ataques militares directos de Israel a instalaciones iraníes, como los ocurridos en 2023 y 2024, han marcado un punto de inflexión. Irán se ha visto obligado a redirigir recursos, tanto humanos como financieros, hacia estos frentes bélicos, lo que limita su capacidad de proyectar poder y su influencia en la región.
Este contexto de vulnerabilidad y debilitamiento militar regional puede ser un factor clave que motive a Irán a buscar una salida negociada. La opción de una confrontación directa con potencias como Estados Unidos o Israel no parece viable para un país que ahora se encuentra en una posición de defensa más que de expansión. Por tanto, una opción para frenar las sanciones y aliviar la presión militar y económica podría ser el retorno a una mesa de negociaciones. Esto lo coloca en una postura más abierta a los términos de un nuevo acuerdo nuclear, lo que podría ser clave para la gestión de la crisis en 2025.
El ascenso al poder de un presidente “reformista”, como el que asumió en Irán en 2025, agrega otro elemento a la ecuación. A pesar de las comillas alrededor de “reformista”, dado que sus propuestas no rompen con el sistema fundamentalista, la administración de este nuevo líder ha mostrado señales de querer manejar las relaciones exteriores de manera diferente, particularmente con respecto a la cuestión nuclear.
Teherán, atraviesa una grave crisis económica y social que se ha visto reflejada en las protestas internas y la creciente insatisfacción con el régimen. Esta situación de presión interna puede ser otro factor decisivo para que el gobierno iraní se siente a negociar, ya que cualquier acuerdo con Occidente podría ser una vía para aliviar las tensiones internas y mejorar la situación económica del país.
¿Un nuevo JCPOA?
La disposición de Irán para regresar al acuerdo nuclear y retomar sus compromisos bajo el marco del Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA) fue reiterada recientemente por el presidente Masoud Pezeshkian, quien subrayó que la República Islámica está lista para la vuelta de todas las partes al pacto y para cumplir con sus obligaciones mutuas. En su discurso, Pezeshkian enfatizó que, a pesar de la retirada de Estados Unidos en 2018, Irán ha continuado cumpliendo con sus compromisos, mientras que los firmantes europeos no pudieron compensar el vacío dejado por Washington, lo que ha incrementado las tensiones en la región.
Este enfoque de disposición a negociar nuevamente bajo el marco del JCPOA refleja el cambio en la postura interna y externa de Irán, que se enfrenta a desafíos tanto en su política interna como en su influencia regional. A medida que las sanciones internacionales se siguen sintiendo, y con la reciente intensificación de los conflictos en Gaza y otros frentes, la presión sobre Irán podría estar impulsando un cambio hacia la diplomacia. La voluntad de negociar, incluso con la promesa de que EE.UU. levante las sanciones, se ha visto acompañada por una crítica abierta al actuar de Occidente, particularmente en relación con la guerra en Gaza, donde Pezeshkian ha denunciado la inacción de los países occidentales frente a lo que considera “crímenes sin precedentes” de Israel contra civiles palestinos.
Por otro lado, el vicepresidente del Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán, Majid Takht-Ravanchi, también ha sido claro en su disposición a continuar con las negociaciones dentro del marco del JCPOA, destacando la violación sistemática por parte de Estados Unidos al abandonar el acuerdo, mientras que Irán ha mantenido el cumplimiento de sus compromisos. En sus declaraciones, Takht-Ravanchi enfatizó que Irán no busca armas nucleares, sino que como miembro del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), tiene derecho a un programa de energía nuclear pacífica, un derecho que ha sido sistemáticamente desestimado por los otros firmantes.
Takht-Ravanchi también criticó el enfoque de “máxima presión” que Trump prometió reinstaurar en su segundo mandato, calificando esta política como un fracaso rotundo que solo ha generado más tensiones sin lograr su objetivo de frenar el avance nuclear iraní.
La posibilidad de un nuevo acuerdo nuclear parece emerger como una salida inevitable ante las presiones internas y externas que enfrentan tanto Irán como Estados Unidos. Sin embargo, este camino está plagado de desafíos. Por un lado, Teherán busca alivianar las sanciones económicas y recuperar estabilidad interna mientras preserva su capacidad de negociación regional. Por otro, Washington intentará asegurar un compromiso que limite el avance del programa nuclear iraní sin repetir los errores de políticas pasadas, como la “máxima presión”, que resultaron contraproducentes.
El futuro de estas negociaciones no solo dependerá de la voluntad política de ambos gobiernos, sino también de cómo se ajusten a un contexto geopolítico que sigue evolucionando rápidamente. La combinación de un Irán debilitado en su proyección regional, un liderazgo estadounidense impredecible y la presión internacional para evitar una nueva crisis nuclear. En este contexto, el éxito o fracaso de un nuevo acuerdo podría redefinir el escenario estratégico de Medio Oriente.
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