La caída del régimen de Bashar al-Assad no solo alteró el equilibrio de poder en Medio Oriente, sino que marcó el inicio de una fase más audaz de la política exterior de Turquía. Con el telón de fondo de una Siria post-Assad, Ankara está trasladando su mirada al Cuerno de África, donde su diplomacia busca reconfigurar las dinámicas regionales en una de las áreas más estratégicas del mundo. El movimiento no es accidental; refleja una política exterior calculada y ambiciosa, diseñada para posicionar a Turquía como una potencia global con influencia más allá de su vecindario inmediato.
De Siria a África: la expansión de una visión estratégica
El éxito de Turquía en Siria, facilitando el colapso del régimen de Assad, no fue un simple golpe táctico. Ankara utilizó su influencia para proyectar su poder en una región históricamente vinculada a sus intereses geopolíticos. Ahora, con el intento de estabilización de Siria por medio de Ahmed al-Sharaa (al que Turquía apoya), la diplomacia turca está girando hacia el Cuerno de África, otra región de importancia estratégica relevante.
El Cuerno de África, con su proximidad al Mar Rojo y al Golfo de Adén, controla rutas marítimas críticas y es un punto de acceso a los mercados y recursos de África. En esta región, marcada por rivalidades entre Etiopía, Somalia y Egipto, Turquía está encontrando un terreno fértil para proyectar su influencia y presentarse como un garante de estabilidad regional.
El reciente acuerdo mediado por Ankara entre Somalia y Etiopía, que puso fin a una década de tensiones, es un ejemplo de esta ambición. Este pacto, que permite a Etiopía acceso seguro al mar bajo soberanía somalí, no solo mejora las relaciones bilaterales entre ambas naciones, sino que también socava los intereses de Egipto, tradicionalmente alineado con Somalia para presionar a Etiopía en su disputa por el Gran Renacimiento de la Presa Etíope (GERD, por sus siglas en inglés).
Egipto, que históricamente consideró el Cuerno de África como una extensión de su esfera de influencia, percibe con preocupación los movimientos de Turquía. Durante años, El Cairo utilizó su respaldo a Somalia como una herramienta para contrarrestar a Etiopía en la disputa por el Nilo, una cuestión vital para la seguridad hídrica de Egipto. En este contexto, el éxito de Turquía al mediar un acuerdo entre Addis Abeba y Mogadiscio representa un golpe estratégico para la política regional de Egipto.
Antes del acuerdo, Egipto había desplegado miles de tropas en Somalia y enviado armas con el objetivo de reforzar su influencia en el país. Sin embargo, la mediación turca logró neutralizar estos esfuerzos, dejando a El Cairo con opciones limitadas para mantener su posición estratégica.
Ayer, Somalia denunció un ataque “no provocado e inesperado” supuestamente llevado a cabo por fuerzas etíopes contra “posiciones” del Ejército somalí en el distrito de Dolow, acusando a Etiopía de socavar el acuerdo firmado con mediación de Ankara. Esto llevó a Egipto a anunciar el envío de tropas a la misión de paz de la Unión Africana en Somalia, en respuesta a una solicitud del gobierno somalí, poniendo en riesgo el acuerdo alcanzado.
Sin embargo, este escenario no disminuye el interés de Turquía en moldear el equilibrio geopolítico y consolidarse como garante en el Cuerno de África. La capacidad de Turquía para superar a Egipto no solo pone de manifiesto la eficacia de su diplomacia, sino que también demuestra cómo Ankara está aplicando su experiencia en Siria para abordar conflictos en África. Lo hace a través de un enfoque similar, que combina mediación diplomática, apoyo económico y narrativas históricas, proyectando su poder con una estrategia integral y calculada.
La ambición global de Turquía: ¿hegemonía o estabilidad?
La expansión de Turquía en el Cuerno de África no es un fenómeno aislado. Desde su participación en la guerra civil de Siria hasta su mediación en África, Ankara demuestra una estrategia consistente de aprovechar los vacíos de poder en regiones clave para fortalecer su influencia global. No obstante, esta estrategia plantea interrogantes sobre sus verdaderas intenciones.
Para muchos analistas, los movimientos de Turquía en África reflejan un intento de replicar su modelo de intervención en Siria, adaptándolo a un nuevo contexto. En lugar de tropas y apoyo directo a grupos armados, Ankara está utilizando herramientas diplomáticas y económicas para moldear el equilibrio de poder. El enfoque, aunque menos agresivo, tiene implicaciones relevantes para el orden regional.
Por un lado, la mediación turca contribuyo (hasta ayer) a reducir tensiones en el Cuerno de África, estabilizando una región que durante años fue un foco de conflictos. Por otro lado, la creciente presencia de Turquía en áreas tradicionalmente dominadas por actores como Egipto o Estados Unidos genera fricciones y temores de que Ankara busque establecer una hegemonía regional disfrazada de diplomacia.
En este sentido, el ascenso de Turquía como mediador en el Cuerno de África también tiene implicaciones para las grandes potencias. Durante décadas, Estados Unidos ha mantenido una presencia limitada pero estratégica en la región, utilizando su influencia para contrarrestar la inestabilidad y proteger rutas marítimas críticas. Sin embargo, la falta de una estrategia clara por parte de Washington permitió a actores como Turquía llenar el vacío.
Para Estados Unidos, la capacidad de Turquía para negociar un acuerdo sin la participación de potencias occidentales debería ser una llamada de atención. Si Washington no refuerza su compromiso con la región, corre el riesgo de perder aún más terreno frente a Ankara, lo que podría tener consecuencias a largo plazo para su influencia en África y el Medio Oriente.
Además, el éxito de Turquía en el Cuerno de África podría alentar a Ankara a buscar un papel más destacado en otras regiones estratégicas, incluyendo el Sahel y el Mar Rojo, áreas de creciente interés para la OTAN y las potencias europeas. Este escenario podría generar tensiones dentro de la alianza transatlántica, especialmente si Turquía utiliza su influencia para avanzar una agenda que no siempre coincide con los intereses occidentales.
¿Hacia un nuevo equilibrio en África y el Medio Oriente?
El giro de Turquía hacia el Cuerno de África tras su éxito en Siria pone de relieve la audacia de su política exterior bajo el liderazgo de Erdogan. Desde Damasco hasta Mogadiscio, Ankara está redefiniendo las reglas del juego, utilizando su influencia para remodelar regiones enteras en un momento en que muchas potencias están distraídas o desinteresadas.
Sin embargo, esta estrategia no está exenta de peligros. La creciente presencia de Turquía en África y Medio Oriente podría generar tensiones no solo con actores regionales como Egipto, sino también con aliados occidentales preocupados por el impacto de sus movimientos en la estabilidad global. En última instancia, el éxito de Turquía dependerá de su capacidad para equilibrar sus ambiciones con la necesidad de construir alianzas duraderas y de evitar el aislamiento en un mundo cada vez más competitivo.
La pregunta que queda es si Ankara puede mantener este delicado equilibrio o si su audaz política exterior terminará llevándola a un punto de confrontación con las grandes potencias. ¿Será Turquía un nuevo garante de estabilidad en África y el Medio Oriente, o su ambición la llevará a cruzar líneas que no puede retroceder?
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