El reciente informe del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos destaca tres posibles mecanismos para fortalecer los lazos comerciales entre Argentina y el país norteamericano, sin mencionar un Tratado de Libre Comercio (TLC). Estas recomendaciones surgen en un contexto de reconfiguración política y económica global, y podrían ser clave para el desarrollo de la relación bilateral bajo el gobierno de Javier Milei.
El informe identifica tres herramientas principales a través de las cuales Estados Unidos podría apoyar el comercio bilateral con Argentina:
- Incorporación a la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas (APEP): Este marco busca promover la inversión regional y el comercio sostenible en el hemisferio occidental.
- Reautorización del Sistema General de Preferencias Arancelarias (SGP): Este programa permitiría a Argentina exportar ciertos bienes a Estados Unidos sin aranceles, fomentando su competitividad en el mercado.
- Adhesión a iniciativas comerciales de la Americas Act: Aunque esta legislación aún no ha sido aprobada, podría incluir a Argentina en programas diseñados para mejorar las relaciones económicas de Estados Unidos en América Latina.
El informe también señala un obstáculo significativo para la concreción de un TLC: la expiración en 2021 de la Trade Promotion Authority (TPA), que otorga al Ejecutivo estadounidense la capacidad de negociar acuerdos comerciales. Sin esta autorización, cualquier negociación de un tratado requiere un respaldo más amplio del Congreso, algo incierto en el actual clima político.
Con el regreso de Donald Trump a la presidencia en enero de 2025, se espera que la administración entrante busque recuperar esta herramienta legislativa, más enfocada en renegociar el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) en 2026.
Perspectivas y posibles beneficios de una mayor integración con EE. UU.
La posibilidad de que Argentina logre avances significativos en su relación comercial con Estados Unidos, a través de herramientas como la inclusión en la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas (APEP) o la renovación del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP), plantea un horizonte alentador. Estas iniciativas no solo permitirían a la economía argentina superar barreras históricas, sino que también abrirían la puerta a un flujo comercial más dinámico y beneficioso en sectores clave como el agroindustrial, la energía y los minerales críticos. La integración económica con una de las principales potencias del mundo tiene el potencial de posicionar a Argentina en un lugar destacado dentro del comercio global, algo que parece estar al alcance de la mano si se dan las condiciones políticas y económicas necesarias.
El principal escollo no radica únicamente en las negociaciones con Estados Unidos, sino también en las resistencias internas que podrían surgir ante un cambio de paradigma en las reglas del juego económico. Los sectores empresariales que durante décadas se han beneficiado de políticas proteccionistas y del amparo estatal podrían oponerse a una mayor apertura por temor a perder competitividad. El desafío, por lo tanto, no solo implica un esfuerzo diplomático en el ámbito internacional, sino también una decisión política firme y una estrategia clara para explicar y promover los beneficios de una apertura comercial para todos los argentinos.
A esto se suma la compleja dinámica del Mercosur, un bloque que, si bien ha sido clave para la integración regional, enfrenta desafíos estructurales que limitan la autonomía de sus miembros a la hora de negociar acuerdos bilaterales. La postura proteccionista de Brasil y las restricciones impuestas por el arancel externo común del Mercosur son barreras que Argentina deberá sortear si realmente quiere avanzar en esta agenda. Sin una flexibilización de las normas del bloque, las iniciativas como las propuestas en el informe del Congreso estadounidense podrían quedar atrapadas en un entramado de trabas burocráticas y políticas que posterguen indefinidamente su concreción.
El gobierno argentino deberá demostrar una vez más su cintura política
En este contexto, el gobierno de Javier Milei parece decidido a ir contracorriente. Con su retórica rupturista y su visión de una Argentina más abierta al mundo, el presidente ha planteado una estrategia que busca romper con el esquema tradicional y apostar por una integración más profunda y realista en los mercados internacionales.
Pero el éxito de este proyecto no dependerá únicamente de la voluntad política; requerirá también de la capacidad de Milei para construir consensos internos, superar las resistencias de los sectores que ven en la apertura una amenaza, y adaptar las políticas públicas para garantizar que los beneficios de estos acuerdos se reflejen en el bienestar de la población.
Argentina tiene la oportunidad de dar un paso histórico hacia una mayor inserción en el comercio global. Lograrlo no solo posicionaría al país como un socio estratégico para Estados Unidos y otras economías avanzadas, sino que también sería una señal de que el país está listo para dejar atrás viejos paradigmas que han limitado su desarrollo económico y comercial.
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