Rusia continúa reforzando su presencia militar en la región de Kursk, intensificando los combates en una nueva fase del conflicto con Ucrania. Según fuentes militares, Moscú ha desplegado alrededor de 50.000 soldados en la zona, con el objetivo de frenar el avance ucraniano y recuperar territorios clave. Las operaciones en Kursk forman parte de la estrategia rusa para consolidar sus posiciones y retomar el control en áreas estratégicas, mientras Ucrania lanza contraofensivas tácticas en un escenario de alta complejidad.
La región de Kursk, ubicada en el oeste de Rusia, ha sido escenario de feroces enfrentamientos en las últimas semanas, con un incremento notable en la concentración de tropas rusas. Según Ihor Romanenko, exsubjefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Ucrania, quien brindó detalles en una entrevista con Radio NV, el despliegue militar ruso ha crecido significativamente, superando las estimaciones iniciales. “Si antes se esperaba una fuerza de entre 40.000 y 45.000 soldados, ahora se calcula que las tropas rusas alcanzan los 50.000 efectivos”, afirmó Romanenko.
Aumento de la presión militar en Kursk
La intensificación de los combates ha llevado a que las Fuerzas de Defensa ucranianas pierdan terreno. Romanenko indicó que inicialmente Ucrania controlaba aproximadamente 1.300 kilómetros cuadrados de territorio en Kursk, pero este control se ha reducido drásticamente a 750 kilómetros cuadrados debido a la acumulación de fuerzas rusas y el envío de unidades mecanizadas. Esta expansión militar refleja los esfuerzos de Rusia por contrarrestar los avances ucranianos en la zona.
De acuerdo con los informes de inteligencia occidental y ucraniana, el Kremlin necesita entre 80.000 y 120.000 soldados para restablecer completamente sus posiciones y expulsar a las fuerzas ucranianas de la región. El refuerzo gradual de las tropas busca cumplir este objetivo, mientras las operaciones militares en Kursk toman mayor dimensión.
Estrategia ofensiva rusa y respuestas ucranianas
En el marco de esta ofensiva, las tropas rusas han logrado capturar más de 10 asentamientos en el oeste de la región de Kursk, mientras lanzan contraataques desde el norte y el sureste. Las líneas de defensa ucranianas, aunque desplazadas, han optado por una táctica de defensa móvil activa. A pesar de ello, los esfuerzos de Ucrania para avanzar hacia puntos estratégicos, como Glushkovo y Snagost, aún no han logrado cortar el corredor terrestre en la zona, permitiendo que las fuerzas rusas mantengan cierta ventaja operativa.
La complejidad del conflicto radica en la movilización de tropas rusas, que refuerzan constantemente sus líneas, mientras que Ucrania busca formas de contrarrestar este despliegue. Romanenko describió la situación como “una defensa activa y móvil, un tipo de actividad de combate compleja”, lo que refleja el desafío que enfrenta Ucrania en el terreno.
Con el avance ruso sobre el este de Snagost, la situación en la región de Kursk se vuelve cada vez más crítica, a medida que ambas partes se preparan para una fase aún más intensa del conflicto. Los enfrentamientos, lejos de estabilizarse, parecen entrar en un ciclo de escalada con consecuencias potencialmente devastadoras para la población local y el equilibrio estratégico de la zona.
La importancia estratégica de la región de Kursk radica no solo en su valor territorial, sino también en su implicación dentro de la dinámica más amplia del conflicto entre Rusia y Ucrania. Moscú busca afianzar su control territorial, mientras que Kiev, apoyado por Occidente, se resiste a ceder terreno clave que podría modificar significativamente el curso del conflicto.
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