A un año de la masacre – De un error de inteligencia estratégica a una respuesta contundente

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El 7 de octubre de 2023 marcó un antes y un después para la seguridad en Israel. A un año de esa fatídica fecha, el balance de lo ocurrido no solo refleja una tragedia inmensa, sino también un periodo de intensa reestructuración y aprendizaje por parte del país. Ese día, el sistema de inteligencia militar israelí falló de manera rotunda, algo que muchos dentro del sector militar consideran que no puede volver a suceder. Hoy, existe un consenso en que los errores cometidos fueron graves y que la infraestructura de seguridad debe fortalecerse para evitar que un ataque de esa magnitud vuelva a repetirse.

El conflicto que estalló el 7 de octubre tiene un origen claro: Irán. Aunque hasta la fecha este país no ha sido blanco de una represalia directa y contundente, es evidente su influencia en la región. Irán controla una “medialuna” geopolítica de grupos armados y puntos estratégicos con el objetivo de atacar a Israel. A través de Hezbollah en el Líbano, Hamas en Palestina, los Hutíes en Yemen y diversas milicias en Iraq y Siria, Irán mantiene una estrategia de guerra asimétrica que se podría definir como una “doctrina del pulpo”, en la que una única cabeza coordina múltiples brazos representados por sus proxies.

Hamas, la principal facción responsables de los ataques del 7 de octubre, ha sido prácticamente desmantelada a lo largo del último año. Antes del conflicto, el grupo contaba con aproximadamente 30 mil militantes terroristas organizados de manera estructural y convencional, con brigadas de infantería (Nakba), cohetes, logística de túneles, un comando naval y un comando de UAVs, todos dependientes de las Brigadas Al Qasam. En los primeros cuatro minutos de esa mañana, Hamas, con apoyo logístico de Irán, disparó 3 mil cohetes hacia asentamientos civiles israelíes, y además llevando a cabo una invasión por tierra, aire y mar. Aproximadamente 3,500 terroristas lograron penetrar en 30 comunidades israelíes, asesinando a más de 1,200 personas y secuestrando a 249. A día de hoy, muchos de los secuestrados no han regresado.

Además del elevado número de fallecidos, el ataque dejó un saldo de 17,500 heridos. La magnitud del ataque mostró graves falencias en la estructura de defensa israelí, que colapsó durante los primeros momentos del ataque. Sin embargo, la respuesta militar organizada luego de los ataques fue contundente y rápida. Israel logró movilizar a más de 300,000 reservistas (un porcentaje altísimo en relación a su población), muchos de ellos retornados al país desde el extranjero, para lanzar una ofensiva que buscaba desarmar a Hamas, recuperar a los secuestrados y restablecer la seguridad en las comunidades del sur.

La respuesta militar israelí se organizó en varias fases. Inicialmente, las fuerzas armadas brindaron seguridad y evacuaron a la población afectada por los ataques. Esta primera fase se documenta con las imágenes que dieron vuelta al mundo de hombres y mujeres israelíes de distintos asentamientos, combatiendo las oleadas de ataques terroristas, mientras esperaban el apoyo de las Fuerzas de Defensa de Israel. Esta primera respuesta fue decisiva en evitar que esas 1200 personas fallecidas no se conviertan en cientos de miles. Lo mismo con la respuesta del sistema Iron Dome: solo el 2% de los cohetes disparados por Hamas pudieron pasar la burbuja antiaerea israelí… sin este resultado, hoy, a un año de conflicto, estaríamos hablando de decenas de miles de muertos civiles en pueblos y ciudades del pais.

Posteriormente a la primera fase de respuesta, las FDI ofrecieron soporte de fuego para ejecutar contraataques y retomar los territorios ocupados. Frente a una respuesta desorganizada pero heroica inicial, las FDI lograron articular una movilización de recursos contundente que en poco tiempo logró anular los avances de los terroristas. En una tercera fase, lanzaron una ofensiva terrestre sobre Gaza que, en dos semanas, dejó a Hamas sin ningún centro de comando operativo en Gaza. Desde entonces, Israel ha llevado a cabo 35 mil ataques a objetivos terroristas, desmantelando en gran medida la capacidad operativa de Hamas.

Uno de los principales desafíos que enfrentaron las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) fue que esta guerra se desarrolló completamente en un entorno urbano. Hamas, utilizando una extensa red de túneles subterráneos, libró la batalla desde estructuras camufladas entre la población civil generando enormes desafíos y dificultades a las acciones de represalia. A esto se sumó la amenaza de los drones, lo que complicó aún más las operaciones en el terreno. Esta ultima cuestión se observó en las decenas de videos que circularon en la web sobre ataques a tanques Merkava o a aglomeraciones de tropas en descanso. A pesar de estos obstáculos, los resultados de la ofensiva han sido significativos: más de 18 mil terroristas han sido eliminados y 4,500 han sido aprehendidos.

Hoy, el conflicto se ha trasladado al frente norte, donde Israel se enfrenta a Hezbollah, el grupo no estatal más grande del globo y el mejor armado de Irán. Con una estructura mucho más organizada que Hamas y una fuerza estimada de 120 mil militantes, Hezbollah representa un desafío aún mayor para generar salvaguardas a la seguridad de Israel. Este grupo, que ya ha perpetrado ataques terroristas en países como Argentina, cuenta con un arsenal de más de 200 mil cohetes y misiles, muchos de ellos de largo alcance, y ha disparado aproximadamente 8 mil proyectiles hacia Israel en el último año, matando a más de medio centenar de civiles.

A pesar de los constantes ataques de Hezbollah, Israel ha logrado mantener debilitada la estructura de comando del grupo. Sin embargo, a diferencia de Hamas, Hezbollah es una organización mucho más versátil y peligrosa, con un flujo constante de armamento proveniente de Siria, Iraq e Irán, y con redes de apoyo logístico y financiero en diversas partes del mundo.

El conflicto en el norte de Israel se diferencia en muchos aspectos de lo ocurrido en el sur. Si bien ambos grupos comparten la influencia y el apoyo de Irán, Hezbollah opera con mayor autonomía y recursos, lo que ha llevado a Israel a ajustar su aproximación al conflicto buscando que las posiciones del grupo terrorista al menos no se encuentren a pocos metros de la famosa blue line. En este contexto, la guerra en la frontera norte sigue siendo una batalla en desarrollo, con Israel luchando para evitar que Hezbollah logre ese objetivo ultimo que se ha propuesto Irán: la destrucción del Estado de Israel.

A un año de la masacre del 7 de octubre, el escenario en Israel sigue siendo extremadamente complejo. La masacre del 7 de octubre pasado perduró en la conciencia internacional pareciera que por pocos días. Si bien el país ha demostrado una capacidad de respuesta formidable, diversas estructuras globales mostraron poca aceptación para que el país pueda defenderse de una masacre terrorista. Si bien la capacidad de las FDI se muestran muy eficaces y mas despiertas que previo al 7 de octubre del 2024, el conflicto muestra lejanía de poder resolverse. Mientras tanto, y minuto a minuto, continua llegando información de movimientos en la región, disparos de misiles, intercepciones de los mismos, ataques terroristas y amenazas. Lo que debe quedar claro es que mientras existan amenazas de terror hacia Israel, poco margen habrá para que se consolide un estado de paz.

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