En la última década, China emergió como una potencia económica dominante en Asia, impulsando una profunda transformación regional en las dinámicas comerciales. Mientras tanto, EE.UU., bajo las presidencias de Donald Trump y Joe Biden, adoptó un enfoque más proteccionista, alejándose de su tradicional postura librecambista. Este cambio no solo está redefiniendo las relaciones económicas regionales, sino que también conlleva implicaciones estratégicas para la influencia de Washington en Asia pacífico.
Para comprender plenamente esta dinámica, es importante examinar cómo China logró capitalizar las oportunidades comerciales en Asia y cómo esto impacta en la política estadounidense en la región.
Las preocupaciones de Washington por la creciente influencia comercial china en Asia
En la última década, China logró implementar una estrategia económica agresiva en Asia, aprovechando su vasto mercado interno, su capacidad de producción industrial y su inversión en infraestructura a través de iniciativas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Esta iniciativa no solo promueve la conectividad económica a través de Asia y más allá, sino que también refuerza los lazos comerciales y políticos de Beijing con los países receptores de inversión.
Además, China fue muy exitosa en la firma de acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales dentro de la región, como el RCEP (Acuerdo Integral Regional de Asociación Económica), que incluye a 15 economías de Asia-Pacífico y cubre un tercio del comercio mundial y el PIB global. Estos acuerdos no solo reducen las barreras comerciales, sino que también fortalecen el papel de Beijing como líder regional en el comercio y la inversión.
Para el gobierno de los EEUU, el ascenso económico y la creciente vinculación comercial de China en Asia plantean preocupaciones para la proyección de poder estadounidense en la región. En primer lugar, la dependencia económica de los países asiáticos respecto a China podría traducirse en una mayor influencia política y diplomática de Beijing en asuntos regionales clave, como disputas territoriales y decisiones de política exterior.
En segundo lugar, la creciente presencia económica y comercial de China podría erosionar la influencia de EEUU en la región, afectando su capacidad para promover normas comerciales y estándares internacionales que reflejen los intereses estadounidenses. Esto es especialmente relevante en sectores emergentes como la tecnología de punta, computación cuántica e inteligencia artificial, donde China busca establecer estándares que reflejen su visión de la gobernanza digital.
En este sentido, desde EEUU consideran que una mayor vinculación comercial, y por ende política, de China en la región aumenta el peligro de que el país pierda la competencia en áreas como propiedad intelectual, ciberseguridad y tecnologías emergentes. Esto, sumado al robo de propiedad intelectual y las prácticas comerciales consideradas por Washington como injustas por parte de China, afecta negativamente a las empresas estadounidenses y debilita la posición competitiva de EEUU en mercados globales clave como los asiáticos.
Desafíos del IPEF y estrategias para contrarrestar la influencia china en Asia
Durante la presidencia de Biden, Washington buscó hacer frente a estos desafíos de diversas maneras, como acuerdos sectoriales bilaterales, iniciativas para la cooperación en cadenas de suministro, incentivos económicos para inversiones privadas, controles de exportación y políticas industriales, así como el Marco Económico del Indo-Pacífico (IPEF). Sin embargo, el IPEF, la mayor de las apuestas de Biden para la región, presenta importantes deficiencias, como compromisos en gran medida no vinculantes, falta de objetivos claros y una débil institucionalización, lo que dificulta la implementación y monitoreo de estándares. Además, el retiro de EEUU de las negociaciones del pilar comercial generó escepticismo en la región, con muchos países asiáticos viendo a China como el líder económico y cuestionando el compromiso y la permanencia de EEUU en la región.
Actualmente, es difícil saber cómo reaccionará EEUU ante la creciente influencia económica de Beijing en Asia. El panorama electoral en EEUU no ofrece mucha claridad sobre la dirección que tomará el próximo presidente, ya sea Trump, Biden, o algún otro candidato si los rumores sobre el retiro de Biden son ciertos. No obstante, lo más probable es que, si Trump o Biden son reelegidos, la política actual continúe en términos generales. Sin embargo, si el próximo presidente realmente quiere contrarrestar la creciente influencia económica de China en la región, la Casa Blanca deberá adoptar una estrategia integral que combine diplomacia económica, cooperación regional y el fortalecimiento de alianzas.
En este sentido, EEUU debería aumentar su participación en acuerdos comerciales multilaterales como el CPTPP, que fija altos estándares en derechos laborales, medio ambiente y propiedad intelectual. Si EEUU se une al CPTPP, no solo fortalecería su influencia económica en la región, sino que también podría contrarrestar la creciente presencia de China. Además, estos altos estándares actuarían como barreras no arancelarias, protegiendo el mercado interno de la competencia de los países asiáticos emergentes y evitando otro “China Shock”.
A su vez, Washington debería abrir la billetera para ofrecer incentivos económicos y financieros para promover la diversificación económica en países asiáticos, reduciendo así su dependencia exclusiva de China en sectores clave como manufactura y tecnología.
Otra cuestión importante en la que el comercio y la política de seguridad internacional se entrelazan es el establecimiento de estándares para tecnologías de punta en el área de innovación. Es probable que cualquier futuro presidente estadounidense busque fomentar la cooperación tecnológica con países aliados en Asia para desarrollar y promover estándares internacionales en áreas como inteligencia artificial, ciberseguridad y protección de datos. Esto ayudaría a contrarrestar los intentos de China de imponer su propia visión de estándares en la región. Además, el apoyo a la gobernanza transparente y el estado de derecho en países asiáticos fortalecería las instituciones democrático-liberales, reduciendo la vulnerabilidad a la influencia política coercitiva de China.
Si EEUU no logra cambiar la tendencia actual de su participación comercial en la región, podría enfrentar riesgos considerables para su estrategia en la región. En primer lugar, al mantenerse al margen de los principales acuerdos comerciales en Asia, podría perder terreno en términos de crecimiento económico y PIB. Mientras tanto, China está aprovechando el libre comercio para expandir su influencia económica en Asia y en el mundo, lo que podría beneficiar a China a costa de EEUU.
Además, al no integrarse en los acuerdos económicos asiáticos, EEUU ve comprometidos sus esfuerzos por consolidar su influencia en la región. Las barreras al acceso al mercado limitan las oportunidades para productos estadounidenses, reduciendo así su capacidad de influencia y poder geopolítico.
Esta menor participación estadounidense en el comercio asiático también incrementa la dependencia regional de China, con posibles implicaciones significativas en términos de seguridad. La falta de compromiso comercial estadounidense deja a muchos países asiáticos más vulnerables a la influencia de Beijing y menos dispuestos a apoyar a EE.UU. en conflictos regionales.
De esta forma, la creciente influencia económica y comercial de China en la región está debilitado considerablemente la capacidad de EEUU para atraer y liderar. En este momento, si EEUU quiere mantener su relevancia e influencia necesita reconsiderar su estrategia regional y estar dispuesto a tomar decisiones decisivas. De lo contrario, corre el riesgo de perder terreno de manera irreversible frente al creciente dominio económico de China en Asia y sus efectos en el plano político.
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