El norte de Israel está compuesto por pueblos desiertos: viviendas abandonadas y bosques quemados por los misiles de Hezbolá. En el sur del Líbano, las bombas israelíes han dejado algunas áreas en ruinas. Decenas de miles de personas en ambos lados han sido desplazadas de sus hogares. El constante intercambio de ataques entre Israel y Hezbolá, desde que comenzó la guerra de Gaza en octubre, se está volviendo más preocupante.
Este mes, un número récord de proyectiles de Hezbolá (alrededor de 900) han caído en Israel. Su líder dice que cuenta con muchos voluntarios dispuestos a luchar contra Israel “sin restricciones”. Mientras tanto, Israel realiza ataques más profundos y destructivos en el Líbano y su comando militar del norte ha aprobado un nuevo plan de batalla para el país.
Aunque Hezbolá e Israel, apoyados por Irán, aseguran no querer una guerra total, el temor de que pueda ocurrir accidentalmente o deliberadamente es mayor que nunca. Algunos en Israel creen que un conflicto de este tipo sería breve, durando semanas. Otros son más pesimistas.
Los riesgos de una nueva guerra en Medio Oriente
Diplomáticos estadounidenses y franceses han visitado Jerusalén y Beirut para intentar evitar una escalada que podría involucrar a Irán y sus milicias aliadas en Irak, Siria y Yemen, además de a Estados Unidos. El presidente Joe Biden está particularmente interesado en evitar una nueva guerra antes de las elecciones de noviembre. Aunque Washington no se comunica directamente con Hezbolá, utiliza al presidente del parlamento libanés, Nabih Berri, como intermediario.
El plan para detener las hostilidades requiere que Hezbolá retire a sus combatientes de la frontera. Aunque la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada en 2006, establece una distancia de 30 kilómetros (18 millas), las negociaciones empiezan con 10 kilómetros. Fuerzas internacionales y el ejército libanés reemplazarían a los combatientes mientras un panel aborda las disputas fronterizas.
Sin embargo, Hezbolá afirma que la actual tensión se debe a la guerra en Gaza y se resolvería con un alto el fuego allí. Solo entonces estarían dispuestos a negociar la frontera.
“Una medida imprudente o un error de cálculo podrían desencadenar una catástrofe más allá de las fronteras y la imaginación”, advirtió Antonio Guterres, secretario general de la ONU. “Seamos claros. Los pueblos de la región y del mundo no pueden permitirse que el Líbano se convierta en otra Gaza”.
Paralelismos entre Hamás y Hezbolá
Los paralelos con Gaza son inevitables y reales: Hamás y Hezbolá, considerados grupos terroristas por EE.UU., tienen un fuerte respaldo de Irán. Ambos ven a Israel como ilegítimo y su conflicto con él como santo y existencial. Y al igual que Hamás en Gaza surgió en los años 80 como un movimiento militante contra la ocupación israelí, también lo hizo Hezbolá en el Líbano.
Pero hay diferencias importantes que significan que una guerra con Hezbolá sería aún más devastadora. El grupo es mucho más importante para Irán que Hamás. Y aunque el ataque del 7 de octubre de Hamás fue traumático para Israel, Hezbolá es una fuerza militar mucho más poderosa.
Concentrándose y preparándose intensamente durante los últimos 18 años, Hezbolá ha reunido aproximadamente 100,000 hombres y 150,000 cohetes y misiles, de los cuales aproximadamente la mitad pueden alcanzar las principales ciudades israelíes, además de un creciente arsenal de drones de ataque.
Consecuencias para Israel y el Líbano
La presión sobre la economía sería enorme. El economista jefe del Ministerio de Finanzas de Israel estima que la tasa de crecimiento del PIB caería del 1.9% actual al -1.5% debido al reclutamiento de reservas y las interrupciones en infraestructura y educación, lo que probablemente llevaría a una rebaja en la calificación crediticia del país. Al otro lado de la frontera, la situación sería aún más sombría, partiendo de una base mucho más devastada.
Los barrios del sur del Líbano, incluidos Aita Al-Shaab, Aytaroun y Khiyam, han sido arrasados por los ataques aéreos israelíes, provocando la huida de miles de personas y poniendo a prueba una economía que aún sufre una crisis financiera de hace cuatro años que llevó al país a incumplir sus Eurobonos por primera vez y al colapso de su moneda.
Tras la guerra de 2006 que terminó después de 34 días, los países árabes del Golfo prometieron miles de millones para ayudar al Líbano a reconstruir infraestructura, incluidos aeropuertos, puertos, torres de telecomunicaciones, plantas de energía y puentes hasta a 140 kilómetros de la frontera con Israel.
El público libanés no desea otra ronda de combates, que causaría más muertes, heridos y daños que quizás nunca se reparen. Hoy, el Medio Oriente es diferente. Arabia Saudita, que alguna vez fue un donante clave con influencia significativa en la política libanesa, ha perdido interés, dejando a los musulmanes chiítas liderados por Hezbolá como la principal potencia del país.
Además de sus diplomáticos, la administración de Biden está usando su cadena de suministro (ralentizando las entregas de armas a Israel) para tratar de evitar un conflicto más amplio. Está asegurando a Israel ayuda si estalla la guerra, pero sin prometerle todo su apoyo. En realidad, Israel no querría abrir un segundo frente hasta terminar su campaña contra Hamás en Gaza. Podría llevar semanas o meses.
Sin embargo, los israelíes consideran los bombardeos de cohetes y misiles de Hezbolá como actos de agresión pura. Así, el primer ministro Benjamín Netanyahu tendría un amplio apoyo público para alejar a Hezbolá de la frontera, a pesar de los riesgos.
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Fuente: Bloomberg News
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