En noviembre de 2023 se anunció oficialmente la firma de un contrato entre el gobierno chileno y la empresa estadounidense Lockheed Martin para modernizar los aviones de combate F-16 MLU de la Fuerza Aérea de Chile. El programa, valorado en 177 millones de dólares, contempla una actualización a la configuración denominada “Standard Tape M” (M 6.6), con mejoras sustanciales en aviónica, sistemas de comunicación, capacidades de radar y armamento.

El proceso de modernización se desarrollará en etapas tanto en Estados Unidos —específicamente en Fort Worth, Texas, y Greenville, Carolina del Sur— como en Chile. De acuerdo con la planificación preliminar, el proyecto concluiría en 2032, aunque se estima que dicho plazo podría incluir servicios de mantenimiento y soporte técnico extendido.
A pesar de la relevancia estratégica del programa, la Fuerza Aérea de Chile no se ha referido públicamente a este proceso ni ha entregado declaraciones oficiales sobre su alcance, calendario o características específicas. Esta falta de información ha generado especulación entre analistas y entusiastas de la defensa, especialmente considerando que la modernización podría incorporar sistemas de radar avanzados como el AN/APG-83 (AESA), que corresponde a un radar de control de tiro de matriz activa escaneada electrónicamente de alto rendimiento con un rango de 230 millas.

El contrato marca un nuevo hito en la trayectoria de los F-16 chilenos, que ya fueron objeto de una modernización anterior en 2012. Aquella intervención actualizó los modelos Block 15 adquiridos a Países Bajos, dejando la plataforma preparada para futuras mejoras como las que hoy se están implementando.
En paralelo, el caso chileno puede compararse con el de Rumania que adquirió la misma plataforma a Noruega y que también avanza en un programa de actualización similar con Lockheed Martin. Ambos procesos refuerzan el posicionamiento de los F-16 como una plataforma vigente, adaptable y clave para la defensa aérea en el entorno regional.

La importancia de esta modernización es vital para mantener una ventaja tecnológica frente a eventuales amenazas y consolidar la interoperabilidad con aliados estratégicos. No obstante, la falta de información oficial podría generar incertidumbre o interpretaciones erróneas sobre los verdaderos alcances del programa.
Por ahora, el desarrollo sigue su curso en silencio. Y aunque el calendario apunta a una finalización hacia el final de la década, los ojos del mundo de la defensa seguirán atentos a cualquier señal que surja desde la FACh.
*Créditos de fotografías: Fuerza Aérea de Chile.
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