En política, como en el póker, el poder no siempre lo define la calidad de las cartas en la mano, sino la cantidad de fichas sobre la mesa. Y en esta partida, Donald Trump tiene el mayor stack en su poder. Su regreso a la Casa Blanca no solo reconfigura la postura de Estados Unidos ante la guerra en Ucrania, sino que introduce una dinámica donde la presión absoluta es la estrategia central. El encuentro entre Trump y Zelenski en el Salón Oval dejó una imagen que sintetiza este cambio. “No tienes cartas fuertes”, le dijo el presidente estadounidense a su par ucraniano. La frase no es menor. Es la expresión de una realidad ineludible: Ucrania ya no tiene el margen de maniobra que supo tener y la paciencia de Washington se agotó. La respuesta de Zelenski, “No vine aquí a jugar a las cartas”, intenta desmarcarse de esa lógica, pero lo cierto es que este conflicto, desde el inicio, ha sido una partida donde la diplomacia, el apoyo militar y la resistencia en el campo de batalla han funcionado como fichas de negociación.
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Trump, con la ventaja de quien controla los recursos y la narrativa, aplica su estrategia predilecta: el all-in, la jugada que no da opciones intermedias. O se acepta su propuesta o se enfrenta las consecuencias de un posible repliegue estadounidense entendido en suspender el apoyo y el envío de armas a Kiev. La pregunta que se impone es si esta apuesta total llevará a un desenlace favorable o si, por el contrario, aislará aún más a Ucrania y redefinirá el tablero geopolítico en favor de otros actores.
Un all-in sin fichas para retirarse
El problema de la estrategia de Trump es que parte de una premisa clara: Zelenski no tiene margen para negociar en sus propios términos. Durante los últimos dos años, Ucrania ha dependido casi por completo del respaldo militar y financiero de Estados Unidos. Pero con el cambio de administración, ese respaldo ya no es incondicional.
Trump no solo ha dejado en claro que el cheque en blanco se terminó, sino que además está fijando nuevas reglas para la mesa de negociación. No se trata de una transición progresiva ni de un cambio de enfoque gradual, sino de una presión total para forzar una resolución rápida. En términos políticos y diplomáticos, es un all-in sin opción de repliegue.
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Zelenski, en este escenario, enfrenta una disyuntiva compleja. Sin garantías de que Europa pueda suplir un eventual recorte de la ayuda estadounidense, y con su frente interno cada vez más desgastado, su posición es frágil. Y Trump lo sabe. Por eso la apuesta no es solo militar, sino también política: poner a Ucrania contra las cuerdas para que acepte un acuerdo en términos dictados por Washington.
La cuestión central es si esta estrategia realmente conducirá al fin del conflicto o si, por el contrario, generará mayor incertidumbre en el tablero internacional.
Riesgos del all-in de Trump
El riesgo de una estrategia de all-in es que, en política, al igual que en el póker, el margen de error es extremadamente reducido. Siempre hay una apuesta, y si se pierde, las consecuencias pueden ser muy severas. En el caso de Trump, su jugada tiene implicancias que van mucho más allá de la simple resolución de la guerra en Ucrania. Este es un juego donde las apuestas son globales y las consecuencias pueden moldear la geopolítica mundial durante décadas.
El riesgo de apostar todo es que, aunque la jugada pueda ser exitosa, también puede resultar en un desastre si no se ejecuta con precisión. Trump podría ganar, pero solo si su presión forzara un acuerdo rápido que lo posicionara como el pacificador. En este escenario, lograría no solo el fin de la guerra, sino también consolidar su imagen ante los votantes de su país y los aliados internacionales como un líder capaz de resolver un conflicto en Europa, algo que Biden no ha conseguido.
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Uno de los mayores riesgos de la estrategia de all-in de Trump es que los aliados empiecen a ver a Estados Unidos como un jugador poco confiable. Si bien Trump puede estar apostando a su éxito con un enfoque agresivo, lo que podría funcionar dentro de su lógica de política exterior, los aliados de EE.UU. podrían empezar a cuestionar su fiabilidad. La relación con Europa, por ejemplo, podría resentirse si Trump parece dispuesto a sacrificar acuerdos clave que podrían beneficiar a largo plazo a los países aliados en lugar de simplemente buscar una solución rápida.
Este cambio en la percepción de EE.UU. podría alterar el equilibrio de poder y poner en duda el rol de EE.UU. en el Sistema. En un contexto internacional cada vez más multipolar, donde China y Rusia juegan un papel cada vez más activo, perder la confianza de aliados estratégicos podría dejar a Estados Unidos más aislado que nunca, con consecuencias mucho mayores que las de una simple negociación fallida.
El impacto en las negociaciones de paz
Si Trump decide cerrar el grifo del apoyo militar, Ucrania no tendrá más opción que buscar una salida negociada. En este escenario, Putin no solo observa, sino que sabe que este es el momento de imponer condiciones más duras. La partida se vuelve un juego de apuestas donde el que tiene más fichas, en este caso Rusia, tiene la ventaja, y Ucrania, sin un respaldo sólido, podría verse forzada a hacer concesiones.
Europa, por su parte, se encuentra ante un dilema. Sin el respaldo de Estados Unidos, mantener el apoyo a Zelenski se vuelve mucho más complicado. La presión interna en muchos países de la UE por poner fin a la guerra crece cada vez más. La partida se juega en un tablero diferente, y si Europa se ve obligada a continuar sin la mano fuerte de Washington, la situación se complica aún más.
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Es en este contexto que la estrategia de Trump se vuelve clara: su objetivo era forzar a Ucrania a aceptar un acuerdo en condiciones completamente desfavorables. Las exigencias de concesiones económicas y políticas, que debilitaban aún más a Kiev, venían acompañadas de una ausencia total de garantías sobre el apoyo futuro de Estados Unidos. Sin compromisos firmes ni siquiera sobre la seguridad de Ucrania, el mensaje de Trump fue claro: si Ucrania quiere respaldo, tendrá que aceptar lo que Estados Unidos imponga, y ese “respaldar” no significaba necesariamente una victoria para Zelenski ni para el pueblo ucraniano.
Zelenski, ante esta presión, no puede aceptar el trato. Su rechazo no solo refleja la dificultad de negociar bajo esas condiciones, sino también el hecho de que Ucrania se encuentra atrapada entre opciones difíciles. Esto deja al país en una situación aún más frágil, con menos margen de maniobra en una guerra que ya ha entrado en su tercer año. El “all-in” de Trump, entonces, puede ser la jugada que acelera el final de la guerra, pero también abre la puerta a una nueva fase de negociaciones donde las condiciones estarán más definidas por la voluntad de ajenos que por las propias condiciones que pueda imponer Kiev, donde día a día no recibe buenas cartas y va perdiendo fichas en cada jugada.
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