El 19 de febrero de 2025 marcó el 53º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre la República Argentina y la República Popular China. A lo largo de estas décadas, ambos países fueron configurando una relación estratégica integral, caracterizada por la cooperación en diversos ámbitos, desde el comercio hasta la infraestructura. Sin embargo, la llegada al poder del presidente argentino, Javier Milei, introdujo nuevas dinámicas en esta relación bilateral, particularmente con su homólogo chino, Xi Jinping.
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A lo largo de las últimas dos décadas, los diferentes gobiernos argentinos, desde Néstor Kirchner hasta Mauricio Macri, habían consolidado un vínculo estratégico con China, que se tradujo en inversiones en infraestructura, financiamiento mediante el swap de monedas y un aumento exponencial del comercio bilateral que llegó a posicionar al gigante asiático como uno de los principales socios comerciales.
Y lo que se esperaba fuera una continuación, con Milei resultó ser diferente y más complejo. Durante su campaña electoral para ser presidente en 2023, se mostró como un crítico duro de los regímenes comunistas, incluyendo al gobierno chino. En múltiples oportunidades tuvieron lugar declaraciones como “Nosotros no hacemos pactos con comunistas”, que reflejaban su postura inicial de distanciamiento respecto a China.
Sin embargo, la crítica realidad económica argentina, marcada por una alta inflación y una necesidad de inversiones, parecían haber llevado al mandatario a reconsiderar su enfoque hacia Beijing. En una entrevista con The Economist, Milei sorprendió al describir a China como “un socio comercial muy interesante” y anunció su participación en el foro de cooperación entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en enero de 2025. Este cambio de tono sugería un pragmatismo emergente en la política exterior argentina, priorizando los beneficios económicos sobre las diferencias ideológicas.
El pragmatismo llevó a Milei a cambiar su discurso con China
Durante los últimos años, la economía argentina viene arrastrando una serie de importantes desafíos, como un alto índice de pobreza que afecta a más de la mitad de la población y una proyección de caída del PIB para 2025. En este contexto, la relación con China se torna crucial: el swap de monedas vigente, que representa un crédito de 5.000 millones de dólares, podría ser una ficha clave para mantener las reservas del Banco Central y evitar una crisis cambiaria. La renovación de este acuerdo, prevista para junio de 2025, depende en gran medida de la “buena voluntad” de Beijing.
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El encuentro entre Milei y el presidente chino, Xi Jinping, en los márgenes de la cumbre del G20 en Río de Janeiro, también parecía haber consolidado este acercamiento. Desde la administración de Javier Milei destacaron la importancia de la economía china, particularmente para Argentina. Mientras que para Beijing, este encuentro representó una oportunidad de consolidar proyectos estratégicos, como la construcción de represas y centrales nucleares, iniciativas que quedaron rezagadas durante gobiernos anteriores.
China observa con recelo el viraje argentino hacia Estados Unidos
Pero lo cierto es que este intento de acercamiento parece que no es suficiente para evitar el limbo que se generó entre Argentina y China desde que asumió el líder de la Libertad Avanza. La intención del mandatario argentino de reorientar la política exterior hacia Estados Unidos y su declarado alineamiento con Donald Trump no hacen más que introducir una incertidumbre en la relación bilateral con China, que observa con recelo el viraje argentino hacia Washington.
Este acercamiento con Trump y la búsqueda de una mayor integración a los “valores de Occidente”, según Milei, no solo contrasta con la histórica política de equilibrio que caracterizó a los gobiernos argentinos frente a China y Estados Unidos, sino que podría desencadenar represalias de Beijing, especialmente en lo relativo al swap de monedas y futuros proyectos de inversión.
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Especialistas en China afirman que la administración de Xi Jinping valora cuestiones como la estabilidad en sus socios estratégicos, por lo que el respaldo explícito de Milei a Trump y su retórica anticomunista generan – por lejos – preocupación en el gigante asiático. Aunque el gobierno argentino intenta mantener una relación pragmática con ambos bloques, el mensaje político que emite desde la administración argentina no hacen más que erosionar su relación con el gigante asiático.
El poco diálogo entre Milei y Xi Jinping, principal problema
En este punto es pertinente destacar que la relación entre Javier Milei y Xi Jinping también estuvo atravesada por tensiones y gestos que evidencian una suerte de poca sintonía entre ambos líderes, algo que definitivamente tampoco ayuda a la construcción de una relación bilateral. Sus declaraciones en la campaña electoral hacia el régimen chino calificándolo como una “dictadura comunista”, hasta no priorizar acuerdos con “países que no respetan la libertad”, dirigidas indirectamente a China, fueron – en una cuestión de meses – agrietando aún más el vínculo.
Aunque el gobierno argentino optó por enviar a la canciller Diana Mondino a calmar las aguas en un intento por sostener los lazos comerciales y financieros, las fricciones parecen persistir. Asimismo, el encuentro entre ambos mandatarios en la Cumbre del G20, las declaraciones de Milei durante entrevistas o inclusive el anuncio de su posible viaje a China, parecen no alcanzar para compensar una realidad a la luz: existe una ausencia de un diálogo fluido entre Milei y Xi Jinping que contrasta con la estrecha cooperación que caracterizó a las administraciones previas, lo que podría ser un condicionamiento en el acceso a beneficios futuros para ambas partes.
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