Las recientes declaraciones de Donald Trump sobre sus intenciones de adquirir Groenlandia, Canadá o el Canal de Panamá no son solo ideas descabelladas, sino que podrían tener un fin concreto: controlar las rutas marítimas entre el Atlántico y el Pacífico, como el Ártico. Sin dudas, las implicancias económicas y geopolíticas del comercio ártico son significativas.
En primer lugar, la posibilidad de controlar estas rutas marítimas es cada vez mayor debido al calentamiento global, que abre el Paso del Noroeste (NWP) y la Ruta Marítima Septentrional (NSR) al transporte marítimo mundial. Se estima que, con el pasar de los años, estas rutas “remodelarán el equilibrio del comercio mundial”.
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En segundo lugar, el Ártico trae oportunidades en el sector del turismo, la pesca o la extracción de recursos naturales. Pero, en simultáneo, Estados Unidos es consciente de que Rusia y Canadá también reclaman para sí estas rutas marítimas árticas bajo el argumento de que las mismas atraviesan sus aguas interiores soberanas.
En conjunto, estos argumentos demuestran que Donald Trump podría, sin dudas, estar interesado en la adquisición de los mencionados territorios con el fin último de controlar las rutas del Ártico. No obstante, la postura de Rusia y Canadá también les otorga el derecho a controlar quién y cómo las atraviesa, afectando a Washington.
Entonces, ¿en qué se solventa el posicionamiento de Estados Unidos en el Ártico?
Estados Unidos considera que, tanto el NWP como el NSR, son estrechos utilizados para la navegación internacional, conectando dos partes de alta mar. Por ende, como conectan dos partes de alta mar, deben permanecer abiertos a la navegación internacional. Esta postura la adopta sobre el Ártico y en otras partes del mundo, como en el Mar de China Meridional.
Bajo la bandera de “libre navegación”, dispuesta por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM), Washington transita por estas rutas. El principal problema recae en que Estados Unidos nunca ha ratificado la CNUDM pero aplica sistemáticamente sus principios en todo el mundo, y ha utilizado la libertad de navegación como un pretexto para disponer de su fuerza militar y monitorear las vías marítimas mundiales.
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Además, la CNUDM dispone que las aguas territoriales de las naciones costeras se extienden 12 millas náuticas desde la línea de la costa, debiendo permitir el paso inocente de extranjeros. Además, define la Zona Económica Exclusiva de 200 millas náuticas de estos países, con derecho a la libre navegación para buques extranjeros. Así, Rusia y Canadá consideran que partes del NWP o del NSR son aguas interiores, lo que les permite decidir quiénes pasan por allí.
De esta manera, se genera una controversia internacional en una zona ya convulsionada, como el Ártico. Principalmente, porque el uso del “método de las líneas de base rectas” es también sumamente utilizado para definir las aguas interiores de los países, que Estados Unidos tampoco ha ratificado.
El cambio climático y sus implicancias en el Ártico
A los argumentos ya mencionados se suma el avance del cambio climático y cómo el mismo impacta sobre el Ártico, generando ventajas para ciertos países. Como consecuencia de este fenómeno, el hielo marino ártico empieza a derretirse y abrir el NWP y la NSR durante períodos más largos año a año.
Como ambas rutas ofrecen un tránsito más corto entre Europa y Asia Oriental, son mucho más codiciadas por las potencias. Además, permiten el tránsito sobre zonas estratégicas árticas, como aquellas con reservas de petróleo y minerales.
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Científicos de todo el mundo consideran que la extensión del hielo marino ártico irá disminuyendo con el pasar del tiempo, casi desapareciendo para 2060. Esta terrible situación permitirá la apertura de nuevas rutas marítimas transárticas, provechosas para países con ambiciones comerciales.
Además, el NSR es más fácilmente navegable que el NWP por diversas razones relacionadas con las condiciones del hielo y la dinámica oceanográfica. Y justamente, Rusia y Canadá, consideran que partes del NWP o del NSR son aguas interiores, sobre las que tendrían plena soberanía.
¿Razones ocultas o intereses visibles?
Para diversos analistas internacionales, obtener Groenlandia o Canadá es sinónimo de poder controlar estas rutas marítimas vitales. Trump podría considerar que el derretimiento del hielo marino y la apertura de nuevas rutas ofrecen oportunidades económicas significativas, pero también geopolíticas.
Sin embargo, la postura estadounidense de la libre navegación, que conflictúa con el posicionamiento de Canadá y Rusia, perpetúa la controversia sobre el Ártico y su control.
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