La toma de posesión de Donald Trump, que aconteció la semana pasada, fue seguida por una serie de órdenes ejecutivas que apuntaban a restaurar el poderío y la soberanía en la toma de decisiones de los Estados Unidos, autorizando la perforación de petróleo y gas en alta mar y el determinante retiro del acuerdo climático de París. A pesar de ello, la ausencia del establecimiento de aranceles a China, Canadá y México que el presidente estadounidense había planteado durante toda su campaña fue notable, aunque las empresas internacionales todavía son cautelosas con respecto a la preparación para este inevitable desenlace impositivo.
Siguiendo aquella misma línea, Trump firmó un memorándum que instruía a los departamentos gubernamentales a construir una “política comercial de Estados Unidos primero”, donde se incluye revisar si China está actuando de acuerdo con su acuerdo comercial de 2020 y examinar el impacto del Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (T-MEC) en las empresas, los trabajadores y los agricultores estadounidenses antes de su revisión programada para el próximo año.
Los resultados de estas revisiones se darán a conocer en abril, lo que podría allanar el camino para nuevos aranceles durante el período junio-septiembre del corriente año, según se pudo conocer a través del grupo lobbista Brownstein Hyatt Farber Schreck. Sin embargo, la firma también señala que las declaraciones de investidura de Trump insinúan una fecha aún más temprana, anterior al 1 de febrero de 2025.
¿Más aranceles a sus principales socios comerciales?
Es cierto que México, junto con Canadá, han sido amenazados múltiples veces con la imposición de un arancel del 25% sobre todas las exportaciones a los Estados Unidos. Siendo el mayor socio comercial del gigante norteamericano, un aumento de costos tan generalizado podría causar estragos en la economía mexicana, especialmente en las regiones industriales cercanas a la frontera, donde se encuentran las famosas “maquilas”.
Independientemente de esta controversia que esto podría generar, el riesgo empresarial no es tan abrumador, ya que muchas de las empresas que fabrican en México tienen su sede en los Estados Unidos, lo que significa que el impacto no sería unilateral. “Las cadenas de suministro en América del Norte son altamente regionales y particularmente estrechas”, afirmó Arantza Alonso, analista senior de las Américas en la empresa especializada en inteligencia Verisk Maplecroft.
En cuanto a las empresas estadounidenses que dependen de las importaciones mexicanas, “es esencial planificar para el peor escenario”, admitió Gregory Husisian, socio de Foley and Lardner. “Debemos asegurarnos de comprender dónde están nuestros proveedores y subproveedores, y determinar así cuáles son los puntos de riesgo y si necesita establecer proveedores de contingencia”, le dijo a Global Trade Review.
Con respecto al acuerdo comercial tripartito entre Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC), Trump ha declarado también que va a intentar renegociar las condiciones del mismo, que debe revisarse en julio del próximo año. En caso de que las negociaciones se lleven a cabo, es probable que aborden el creciente estatus de México como centro de exportaciones chinas, así como la presión continua sobre el movimiento de personas y fentanilo a través de la frontera, según declaran expertos en el rubro.
¿Qué hacer con China?
A decir verdad, la retórica de Trump acerca de China ha sido inconsistente en los últimos meses, lo cual agrega mayor incertidumbre a las posibles acciones a tomar por la entrante administración. Durante su campaña, el actual presidente amenazó a la superpotencia con aranceles de hasta el 60%, pero la semana pasada se retrotrajo frente a una multitud reunida en el Foro Económico Mundial en Davos y afirmó que “esperamos trabajar mucho con China y llevarnos bien con ella”, según Associated Press. Finalmente, analistas consideran que el porcentaje arancelario rondaría el 10% sobre los productos chinos que ingresan a los Estados Unidos.
Aun con la aparente relajación en las recientes declaraciones, China (y las empresas que dependen de sus exportaciones) siguen con un notable nerviosismo sobre que sucederá. En la Conferencia Central de Trabajo Económico del país, celebrada en diciembre, el gobierno chino esbozó su principal objetivo económico para el próximo año, enfocado en “expandir integralmente la demanda interna”.
Garantizar la posibilidad de una respuesta rápida será vital si Trump impone incluso su aparentemente disminuido arancel del 10%, ya que tendrá importantes impactos en la economía china en el corto y mediano plazo. El Instituto Peterson de Economía Internacional estima que durante el segundo mandato de Trump, en caso de aplicarse estos aranceles, el crecimiento del PIB de China se contraería unos 128.000 millones de dólares.
Entonces, frente a este escenario, es conveniente hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué sucederá con las empresas que operan en China? Recientes informes nos muestran que cada vez más empresas están trasladando sus operaciones fuera del gigante asiático, impulsadas por el aumento de los costos y la necesidad de reducir los riesgos de las cadenas de suministro, lo que podría ayudar a algunas empresas a adaptarse más fácilmente a los posibles aranceles estadounidenses. Pero a pesar de esto, no todas las empresas tendrán esa suerte, para muchas, China es (y va a seguir siendo) de vital importancia, tanto por su volumen de mercado como por su rol de “hub exportador” para el resto de Asia.
Andrew Shoyer, miembro de la consultora comercial Sidley Austin, afirmó que “lo que estamos escuchando de nuestros clientes es que no tienen un plan B para la electrónica china. Hay preocupación y ansiedad, pero lo que no hay es un camino real y claro hacia adelante”. También agregó que muchas empresas esperan presentar sus preocupaciones a los responsables políticos para evitar las consecuencias de las medidas más disruptivas, pero que para ello se requerirá un enfoque integral.
“El desafío es realmente complicado, teniendo en cuenta los múltiples actores en juego: México y Canadá son uno, China es otro, Europa y el Reino Unido son otro más”, dice Shoyer. “Va a requerir una estrategia de relaciones gubernamentales muy ágil, y los empresarios no deben quedarse atrás”.
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Fuente: Global Trade Review