Patria Azul y el Mediterráneo Oriental: la estrategia marítima de Turquía y su evolución hacia Siria

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El Mediterráneo Oriental es hoy uno de los puntos geopolíticos más tensos del sistema internacional. En este espacio geográfico, donde se entrecruzan disputas de soberanía, rivalidades históricas y recursos energéticos, Turquía está implementando una ambiciosa política exterior basada en la doctrina de “Patria Azul” (Mavi Vatan). Propuesta en 2006 por el almirante Cem Gürdeniz y adoptada como política de Estado bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdoğan, esta doctrina busca expandir la hegemonía marítima de Turquía en el Mediterráneo, el Egeo y el Mar Negro.

Más allá de su marco histórico y militar, los informes recientes que sugieren que Ankara podría negociar un acuerdo de Zona Económica Exclusiva (ZEE) con el régimen de facto en Siria respaldado por Turquía añaden un nuevo nivel de tensión en la región. Esta acción, consistente con el patrón de alianzas oportunistas que Turquía ya aplicó en Libia, no solo intensifica las tensiones regionales, sino que también evidencia el carácter multifacético y revisionista de esta doctrina. Para entender las implicaciones de este posible acuerdo y su conexión con la doctrina de Patria Azul, es necesario analizar cómo Turquía está redefiniendo su poder marítimo y su impacto en el equilibrio de poder en el Mediterráneo Oriental.

Un mar por conquistar

En el centro de la doctrina de Patria Azul se encuentra la aspiración turca de controlar aproximadamente 462 mil kilómetros cuadrados de espacio marítimo en el Mediterráneo, el Egeo y el Mar Negro. Estas áreas, ricas en recursos energéticos, incluyen territorios marítimos disputados con Grecia y Chipre. Bajo el marco de esta doctrina, Ankara busca garantizar su independencia energética y consolidarse como potencia regional mediante la exploración de hidrocarburos y la proyección militar.

Un ejemplo importante de esta estrategia fue el Memorando de Entendimiento de 2019 entre Turquía y el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) de Libia, que delimitó una ZEE entre ambos países. Este acuerdo ignoró los derechos de Grecia y Chipre, contraviniendo los principios de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS), de la que Turquía no es signataria. Ahora, los planes de Turquía para negociar un acuerdo similar con un régimen de facto en Siria refuerzan esta política de establecer acuerdos con actores debilitados, ajenos al reconocimiento internacional, para consolidar su posición marítima y política.

El enfoque refleja una actitud pragmática que aspira a redefinir las normas internacionales, alineándose con los objetivos expansionistas de Patria Azul. En el caso sirio, además de las implicaciones geopolíticas, Ankara busca contrarrestar a Grecia y Chipre mientras aprovecha su influencia sobre grupos armados en la región, previamente respaldados a través de la llamada “carretera yihadista turca”.

La doctrina de Patria Azul no se limita a ser una estrategia marítima; también se apoya en una narrativa histórica profundamente arraigada. Según Ankara, las fronteras marítimas actuales derivadas del Tratado de Lausana (1923) son una imposición injusta que limitó la soberanía turca. Este discurso, central en el gobierno de Erdoğan, se conecta con la obra Profundidad Estratégica de Ahmet Davutoğlu, ex primer ministro y arquitecto de la política exterior turca contemporánea. Según Davutoğlu, Turquía tiene un “destino geopolítico” (una especie de destino manifiesto turco) que debe recuperar mediante la ampliación de su influencia en lo que era el territorio del Imperio Otomano.

En este sentido, el paralelismo entre Patria Azul y el Lebensraum alemán es evidente. Ambas doctrinas utilizan narrativas históricas para justificar una expansión territorial bajo el argumento de derechos geopolíticos legítimos. Erdoğan reforzó esta visión evocando eventos históricos como la batalla de Preveza (1538), que estableció la supremacía naval otomana en el Mediterráneo, mientras que presenta a esta región como un “lago turco”. De esta manera, el enfoque no solo busca justificar las acciones externas, sino también consolidar el apoyo interno apalancándose en el nacionalismo en medio de un escenario político interno repleto de desafíos políticos y económicos.

La militarización del Mediterráneo Oriental y sus implicaciones

La implementación de Patria Azul ha venido acompañada de una modernización sin precedentes de la marina turca. Ankara ha invertido en la construcción de buques de guerra, submarinos avanzados y capacidades anfibias, transformando a su armada en una de las más poderosas del Mediterráneo. Ejemplos de esta expansión incluyen el despliegue del buque de investigación Oruç Reis en aguas disputadas, la planificación de bases navales en Chipre del Norte y el desarrollo del portaaviones TCG Anadolu, que refuerza la capacidad de Turquía para proyectar poder marítimo.

Como era de esperarse, esta militarización intensificó las tensiones en el Mediterráneo Oriental. Los enfrentamientos entre buques turcos y griegos, sumados a las exploraciones de hidrocarburos en áreas en disputa, provocaron una respuesta coordinada de Grecia, Chipre, Egipto e Israel. Estas naciones, respaldadas por potencias occidentales, fortalecieron alianzas estratégicas como el Foro de Gas del Mediterráneo Oriental, que excluye a Turquía. La Unión Europea, por su parte, impuso sanciones limitadas a Ankara, destacando la creciente polarización diplomática en torno a sus acciones.

Dentro de esta estrategia, un eje central es la República Turca del Norte de Chipre (RTNC), reconocida únicamente por Turquía. Según el arquitecto de la doctrina, Cem Gürdeniz, la RTNC constituye la “fortaleza del sur” de Patria Azul y juega un papel esencial en la seguridad nacional turca. En este enclave, Ankara impulsó la construcción de infraestructura militar, incluyendo una base naval, que le permite responder rápidamente en el Mediterráneo Oriental. 

No obstante, estas acciones no están exentas de controversia, ya que la comunidad internacional considera la presencia turca en Chipre una violación del derecho internacional. Tanto la Unión Europea como Estados Unidos criticaron estas medidas, que complican los esfuerzos de cooperación en una región donde los descubrimientos de gas natural podrían servir como fuente de estabilidad económica.

Esta alianzas entre Grecia, Chipre, Egipto e Israel, respaldadas por potencias como Estados Unidos y la Unión Europea, representan un contrapeso formidable a las ambiciones de Turquía. Además, la militarización de las disputas marítimas incrementa el riesgo de incidentes que podrían escalar hacia un conflicto abierto, exacerbando la inestabilidad de una región ya volátil.

Internamente, el discurso nacionalista que sustenta Patria Azul también genera costos políticos y económicos. El creciente aislamiento diplomático de Turquía restringe su capacidad de maniobra internacional, mientras que las tensiones con actores clave como la Unión Europea y Rusia complican aún más su posición geopolítica. Esto plantea serias dudas sobre la sostenibilidad de una estrategia que, si bien busca proyectar poder, también puede aislar a Turquía en el ámbito regional e internacional a largo plazo.

Un nuevo capítulo para Patria Azul

El posible acuerdo de ZEE con un régimen de facto en Siria marca un nuevo paso en la implementación de la doctrina de Patria Azul. Este movimiento evidencia la evolución de la estrategia turca, que combina alianzas oportunistas, militarización y narrativas históricas para consolidar su influencia geopolítica. Sin embargo, este enfoque también profundiza las tensiones regionales y plantea preguntas sobre la capacidad de Turquía para equilibrar sus ambiciones expansionistas con la necesidad de estabilidad en el Mediterráneo Oriental.

A medida que las tensiones escalan, el éxito de esta doctrina dependerá de la habilidad de Ankara para gestionar alianzas, contener conflictos y navegar las presiones internacionales en una de las regiones más estratégicas y disputadas del mundo.

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Equipo de redacción de El Estratégico

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