La carrera por regresar a la Luna y dominar el espacio ha entrado en una nueva etapa de intensidad, y China ha dejado en claro que no está dispuesta a ocupar un papel secundario.
A fines de 2024, Beijing presentó su primer “Plan Nacional de Desarrollo de Ciencias Espaciales a Mediano y Largo Plazo”, un ambicioso proyecto que busca consolidar al gigante asiático como la principal potencia espacial para mediados de este siglo.
Este plan, que detalla una hoja de ruta en tres fases, no solo apunta a consolidar la presencia de China en la Luna, sino que también traza el camino hacia misiones tripuladas a Marte y más allá. La estrategia es ambiciosa y refleja una visión de largo plazo: convertir al coloso oriental en el centro de innovación científica espacial global.
La Luna como punto de partida
El interés chino por la Luna va mucho más allá de la exploración científica. Con la misión Chang’e 8 programada para 2028, se planea identificar el sitio ideal para establecer una base lunar permanente en el polo sur del satélite.
Este esfuerzo está motivado, en parte, por el potencial económico de los recursos lunares. Un ejemplo es el helio-3, un isótopo con aplicaciones prometedoras en reactores de fusión nuclear. Además, el hielo de agua presente en los polos podría ser clave para producir oxígeno y combustible, lo que permitiría el reabastecimiento de futuras misiones hacia Marte o incluso más allá.
El presupuesto de China para el desarrollo de tecnologías lunares se estima en US$ 4 mil millones anuales, con una inversión significativa destinada a la investigación de sistemas de extracción de recursos in situ.
La base lunar también servirá como un laboratorio para desarrollar tecnologías esenciales para la exploración del espacio profundo. Según Ouyang Ziyuan, uno de los principales científicos espaciales de China, esta instalación será una “estación de tránsito” para misiones humanas hacia otros planetas. Su proximidad a la Tierra —un viaje de tres días— la convierte en un lugar estratégico para probar nuevas tecnologías y responder rápidamente a emergencias.
La nación norteamericana y nuestro satélite natural
En contraste, Estados Unidos lidera el programa Artemisa, cuyo objetivo es establecer una presencia sostenible en la Luna para 2030. La misión Artemisa III, programada para 2026, planea llevar a la primera mujer a la superficie lunar, centrándose también en el polo sur.
La NASA también planea construir la estación Gateway, que orbitará la Luna y servirá como un base inicial para misiones de exploración lunar y marciana. El programa Artemisa cuenta con un presupuesto estimado de US$ 93 mil millones hasta 2025, lo que lo convierte en uno de los proyectos más costosos en la historia de la exploración espacial.
El camino hacia Marte
En 2020, China sorprendió al mundo con el éxito de la misión Tianwen-1, que incluyó un orbitador y un rover que analizaron la superficie marciana y buscaron agua.
Ahora, el país se prepara para un nuevo hito: la misión Tianwen-3, prevista para 2028, que intentará traer muestras de suelo marciano a la Tierra, un logro que podría anticiparse al cronograma de la NASA.
El éxito de esta misión proporcionará datos científicos invaluables y será también un paso clave hacia la primera misión tripulada a Marte, proyectada para 2031. Para ello, la potencia asiática ya está experimentando con materiales basados en regolito marciano, con el objetivo de construir hábitats sostenibles en el planeta rojo.
El programa Tianwen cuenta con un presupuesto total de US$ 6 mil millones para la próxima década, reflejando el compromiso chino con la exploración marciana.
Por su parte, Estados Unidos tiene como objetivo una misión tripulada a Marte para la década de 2030. Entre las iniciativas destaca Mars Sample Return, un proyecto conjunto con la Agencia Espacial Europea que busca traer muestras marcianas a la Tierra en 2033.
Además, empresas privadas como SpaceX también juegan un papel crucial, con el desarrollo de Starship, una nave diseñada para transportar humanos y carga a Marte. SpaceX ha estimado que el desarrollo total de Starship podría alcanzar los US$ 10 mil millones, financiados principalmente por inversiones privadas.
Una estrategia respaldada por décadas de inversión
El actual liderazgo chino en el espacio no es fruto del azar. Desde la década de 1990, el país ha invertido de manera sostenida en su programa espacial. El Proyecto 921, lanzado en 1992, marcó el inicio de esta ambición, culminando con el despliegue de la estación espacial Tiangong-1 en 2011.
Desde entonces, el presupuesto destinado a la exploración espacial se ha triplicado, alcanzando los US$ 14 mil millones anuales en 2023. Este aumento ha permitido a China desarrollar tecnologías avanzadas y consolidar su posición como un actor clave en el ámbito espacial.
Además, el gobierno chino ha promovido colaboraciones internacionales para fortalecer su posición. Un ejemplo es el proyecto de la Estación Internacional de Investigación Lunar, que busca establecer una base funcional en el polo sur lunar para 2035. Esta iniciativa ha atraído el interés de numerosos países, destacando la creciente influencia de China en el ámbito espacial global.
En contraste, Estados Unidos sigue liderando con la Estación Espacial Internacional (EEI), un proyecto conjunto con Rusia, Europa, Japón y Canadá, que ha sido un pilar de la colaboración espacial durante más de dos décadas.
Sin embargo, la NASA planea retirar la EEI para 2030, centrándose en nuevas iniciativas como Gateway y asociaciones con empresas privadas para mantener una presencia en órbita baja.
Un desafío para Estados Unidos
La estrategia espacial de China representa un desafío directo para Estados Unidos, que históricamente ha liderado la exploración del espacio.
Mientras la NASA se centra en el programa Artemisa y en una eventual misión a Marte, Beijing avanza con un plan meticuloso que combina objetivos científicos, económicos y estratégicos.
Aunque el éxito de estos ambiciosos proyectos está lejos de estar garantizado, el compromiso de China con su programa espacial es innegable. Si logra cumplir sus metas, no solo redefinirá la dinámica de la exploración espacial, sino que también consolidará su posición como líder en la nueva era de la conquista del espacio.
A medida que Estados Unidos, China y otros países como India y Rusia intensifican sus esfuerzos, el futuro de la exploración espacial promete ser un escenario de competencia y colaboración sin precedentes.
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