Donald Trump asumió como presidente de Estados Unidos, en un segundo mandato que comenzó con una agenda agresiva de 100 decretos el mismo día de su toma de posesión. Estas medidas abarcan desde la lucha contra la inmigración ilegal, el vínculo con América Latina hasta cambios en políticas energéticas y comerciales.
El día de ayer comenzó con los actos de juramento presidencial en el Capitolio, donde Trump prometió defender la Constitución ante el presidente de la Corte Suprema. Sin embargo, la atención se centró en las acciones que realizará desde el Salón Oval. “Les dará vueltas la cabeza cuando vean lo que va a pasar”, aseguró el propio Trump, en referencia al impacto inmediato de sus decretos.
Sin embargo, hay un punto de su discurso que, por lejos, resultó ser entre los más controvertidos, suscitando preocupación en los liderazgos de América Latina. El mandatario republicano señaló que su administración buscará cortar las importaciones de petróleo provenientes de Venezuela, una decisión que no solo responde a objetivos económicos, sino también a la intención de “debilitar al régimen de Nicolás Maduro”.
En este sentido, Trump dejó en claro que las necesidades energéticas de Estados Unidos no dependen de América Latina. “No necesitamos a Latinoamérica para nuestro desarrollo. Podemos y debemos ser autosuficientes”, afirmó, destacando su postura de reducir cualquier dependencia económica o política de la región. Junto a esto, Trump también delineó una serie de propuestas que destacan un endurecimiento de sus políticas hacia América Latina y una reafirmación de su visión aislacionista. Entre estas, anunció que planea reincorporar a Cuba en la lista de patrocinadores del terrorismo, un cambio que revierte la decisión tomada por Joe Biden antes de abandonar la Casa Blanca.
El enfoque internacional de Trump
En este sentido, entre las primeras órdenes ejecutivas que firmará Trump también está el fortalecimiento de la seguridad fronteriza y una ampliación de las operaciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Estas incluirán redadas masivas en ciudades como Chicago y San Diego, así como el relanzamiento del programa “Permanecer en México” y acuerdos de cooperación de asilo con terceros países. Según Tom Homan, exdirector del ICE, estas acciones permitirán a la agencia operar “sin restricciones”.
Siguiendo esta línea, el magnate republicano planea imponer nuevos aranceles a China, México y Canadá, como parte de una estrategia para proteger la economía estadounidense. Aunque los detalles aún se están afinando, expertos afirman que esta medida podría tener implicaciones significativas en las relaciones comerciales de Estados Unidos.
Por otra parte, Trump anunció una revisión exhaustiva de las políticas energéticas implementadas durante el mandato de Joe Biden. Esto incluye la posible salida del Acuerdo de París, el levantamiento de restricciones a la perforación en alta mar y la suspensión de proyectos de energía eólica. Estas medidas buscan priorizar el desarrollo de hidrocarburos, alineándose con su enfoque energético del primer mandato.
Y en otro orden de cosas, puntualmente en algo que estuvo en boga durante los últimos días, el presidente electo anunció que revisará la prohibición de TikTok en Estados Unidos, una decisión que – según indicó – busca asegurar una participación de propiedad estadounidense en la compañía. Este enfoque refleja las tensiones continuas con China en el ámbito tecnológico.
¿Qué le espera a América Latina?
Lo cierto es que la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos suscitó más incertidumbres que expectativas en América Latina sobre el posible rumbo que tomará, dado el enfoque nacionalista y proteccionista que caracterizó su primer mandato. Desde México hasta Brasil, pasando por Venezuela y Bolivia, los líderes de la región deberán anticiparse a las posibles consecuencias de su nueva administración.
Entre los escenarios que se barajan, existe una preocupación sobre la posibilidad de que la administración de Trump implemente una política inflacionaria que impacte directamente en América Latina, especialmente en la atracción de inversiones. El aumento de tasas de interés estadounidenses, que suele acompañar a la inflación, reduciría el flujo de capital extranjero hacia los países latinoamericanos. Este cambio afectaría principalmente a México y Brasil, que son los mayores socios comerciales de EE. UU. en la región.
Además, esta segunda vuelta la situación parece ser un poco más compleja con las figuras clave que Trump eligió para la región: Marco Rubio como secretario de Estado, con una visión de la región en términos de izquierda versus derecha, aboga por una postura más dura contra Cuba y Venezuela, mientras promociona “oportunidades de colaboración” con países liderados por conservadores como El Salvador, Argentina y República Dominicana.
Christopher Landau, en el puesto de secretario de Estado Adjunto, se caracteriza por tener una mentalidad que considera que detener la migración irregular debería ser “una prioridad global de la política exterior de EE. UU.”, no solo un problema con México. Mientras que Mike Waltz, Richard Grenell y Mauricio Claver-Carone también serán otras de las figuras clave en la política de Trump hacia América Latina.
Waltz, congresista de Florida, apoya la Doctrina Monroe, critica la influencia de China en la región y promovió en 2023 una ley para usar fuerza militar contra cárteles mexicanos. Grenell, confidente de Trump y exdirector interino de inteligencia nacional, se enfoca en conflictos en Venezuela y Cuba, habiendo intentado persuadir a Maduro de renunciar en 2020. Claver-Carone, principal asesor para América Latina, promueve el compromiso económico en la región como una estrategia de seguridad nacional y apoya aranceles contra bienes importados desde puertos controlados por China.
Crece la incertidumbre por el impacto de los decretos de Trump
En este sentido, todo indicaría que México se encuentra en un “primer nivel de riesgo”, debido a su relación comercial con Estados Unidos y su vulnerabilidad ante posibles aranceles y restricciones. Según Ernesto Revilla, economista jefe de Citi para la región, “hay una enorme subestimación de los riesgos de lo que Trump 2.0 podría significar para México”.
Del mismo modo, las dictaduras socialistas de Venezuela, Cuba y Nicaragua forman parte del “segundo nivel de riesgo” y podrían ser el blanco de Trump, pero con sanciones. El tercer nivel incluye la intención de profundizar la ayuda a aliados conservadores como Javier Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador. Al mismo tiempo, es probable que Trump se oponga a los líderes no alineados – que considera débiles y simpatizantes de China – como Gustavo Petro de Colombia, Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y Dina Boluarte de Perú.
Es por ello que es posible afirmar que el panorama regional está más plasmado de incertidumbres que certezas. “La pregunta que muchos líderes se hacen es si con Trump las cosas mejorarán o empeorarán”, comenta Mauricio Cárdenas, exministro colombiano, citado desde Americas Quartely. La posibilidad de acuerdos en temas de seguridad y cadenas de suministro depende de una administración estadounidense dispuesta a ver a América Latina no solo como una amenaza, sino también como una oportunidad.
Dado este contexto, y las recientes declaraciones de Trump con la región, se deja entrever que los próximos cuatro años delinearán una compleja relación entre Estados Unidos y América Latina, marcada por intereses comerciales, migratorios y de seguridad. Con países como Brasil buscando autonomía y México en un punto crítico de relación bilateral, los líderes latinoamericanos se enfrentan al desafío de responder a las nuevas políticas estadounidenses de manera estratégica. El impacto potencial sobre el comercio, las remesas y la estabilidad económica obliga a la región a observar con atención los primeros movimientos de la administración Trump.
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