Han pasado 365 días desde el establecimiento de una “Nueva Doctrina de Política Exterior” para la Argentina. Sin dudas, el mandatario ha implementado una serie de reformas económicas y políticas que han generado tanto apoyo como críticas durante su gestión. En el ámbito internacional se observa un marcado fortalecimiento de ciertos vínculos que también se ha llevado sus contradicciones, principalmente cuando se trata de una región tildada (muchas veces erróneamente) de inestable y conflictiva como Medio Oriente.
Desde el sillón presidencial, Javier Milei ha adoptado nuevos caminos en materia de relacionamiento exterior, marcados por una vinculación clara hacia actores como Estados Unidos que hasta podría caracterizarse de “occidentalismo ciego”: postura, para esta autora, de un alineamiento poco analítico o, más bien, guiado por ideales personales más que de política de Estado. El momento en el que el establecimiento de esta “nueva postura” de política exterior hacia Medio Oriente comenzó a materializarse fue en febrero de 2024, con su primera gira internacional. Allí visitó Israel, donde se reunió con líderes nacionales como Isaac Herzog y Benjamin Netanyahu.
Su visita, colmada de condenas al terrorismo y halagos incondicionales a Israel, buscaba promover los ideales de libertad y democracia con el objetivo de trasladarlos también a Medio Oriente. En ese mismo viaje, el mandatario también anunció su intención de trasladar la embajada argentina a Jerusalén, siguiendo los pasos de Estados Unidos. Efectivamente, la afinidad personal con Washington juega un rol crucial en este acercamiento hacia Tel Aviv, mucho más allá de los intereses geopolíticos que Argentina pueda tener.
A grandes rasgos, es posible afirmar que la postura de Milei en Medio Oriente ha desglosado un alejamiento de ciertos ideales históricos de Argentina -como el apoyo a la causa palestina y su reconocimiento como Estado- y una alienación hacia Israel. Esto ha dejado al país bajo la mira de múltiples actores internacionales que han tildado al gobernante de poco pragmático, categorizándolo como un líder incapaz de pensar “fuera de la caja”.
En este contexto se destaca, por ejemplo, el voto en contra de Argentina en la resolución de Naciones Unidas en el mes de septiembre para que Israel “ponga fin sin demora a su presencia ilegal en el Territorio Palestino Ocupado, que constituye un hecho ilícito de carácter continuado que genera su responsabilidad internacional, y que lo haga a más tardar 12 meses después de la aprobación de la presente resolución”, entre otras acciones. Se suma también el encuentro fallido entre el presidente y representantes de países árabes e islámicos en Argentina el pasado mes de junio, cuando Milei no arribó al Centro Cultural Rey Fahd como estaba pautado (y que generó duros comunicados de la Liga Árabe y la Secretaría General de la Organización de Cooperación Islámica).
La firme postura contra el terrorismo y el fortalecimiento de la cooperación en seguridad, mencionados anteriormente, también demarcan gran parte del enfoque de Milei en la región. El objetivo general de alinear a la Argentina con las democracias occidentales implicó condenar dictaduras y cimentar el vínculo con Israel, posicionándolo como “bastión democrático” de Medio Oriente. Ciertamente, esta conducta fue bien recibida por el gobierno israelí, que ha valorado el respaldo innegable de Argentina en un contexto mundial de duros cuestionamientos hacia sus actuaciones en Gaza.
Otro factor de gran consideración para analizar el comportamiento internacional de Argentina en Medio Oriente recae sobre el fervor de Milei hacia la religión judía, evidente en sus discursos y acciones a lo largo de este 2024, que ha sido interpretado por muchos como un intento de cimentar los lazos con Israel a cualquier costo, incluso a expensas de las relaciones con otros países de la región. Su condena hacia el mundo árabe en múltiples ocasiones ha sido otro punto de controversia, ya que el presidente argentino ha emitido duras declaraciones contra estos países, afirmaciones recibidas con desdén por parte de los líderes árabes que han señalado a la postura de Milei como “simplista”. En gran medida, esta falta de enfoque diplomático equilibrado ha llevado a un enfriamiento de las relaciones entre Argentina y varios países árabes, que sin dudas puede tener aún más repercusiones económicas y políticas a largo plazo.
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