A 33 meses del inicio de la invasión rusa a Ucrania, las cifras reflejan un panorama sombrío para las fuerzas del Kremlin. Según estimaciones de analistas y gobiernos occidentales, la expectativa de vida de un recluta ruso se reduce a apenas un mes tras su alistamiento, evidenciando el alto costo humano de la ofensiva. Sin embargo, a pesar de las catastróficas pérdidas y el deterioro económico interno, Rusia ha mantenido avances significativos en ciertos sectores estratégicos del conflicto.
Desde el inicio de la guerra, se calcula que entre 600.000 y 730.000 soldados rusos han resultado muertos o heridos. Septiembre marcó un pico en la mortandad, con cifras diarias que a menudo superaron los 1.500 efectivos. Sin embargo, estas pérdidas masivas no han frenado el ímpetu militar ruso en regiones clave como Donetsk, donde se han registrado avances significativos en Avdiivka, Pokrovsk y Vuhledar.
Una economía en tensión y desgastándose poco a poco
El costo de la guerra también está dejando profundas marcas en la economía rusa. El gasto militar representa más del 6% del PIB, un nivel insostenible que supera ampliamente el promedio de los países de la OTAN. La inflación ha escalado al 8% anual, obligando al Banco Central de Rusia a elevar la tasa de interés al 21%. Paralelamente, la industria rusa enfrenta la falta de personal y recursos, agravada por las sanciones internacionales, mientras el rublo ha perdido un tercio de su valor desde agosto.
A pesar de las devastadoras pérdidas humanas y económicas, Rusia ha logrado mantener su capacidad operativa en el frente. Sin embargo, expertos como el Ministerio de Defensa de Estonia advierten que este ritmo es insostenible. Según sus proyecciones, si Ucrania logra infligir unas 100.000 bajas adicionales a las fuerzas rusas en 2024, esto podría inclinar la balanza hacia una derrota rusa en 2025.
Para Kiev, esta estrategia de desgaste implica negociar territorios estratégicos en favor de infligir mayores bajas al enemigo. No obstante, las propias pérdidas de Ucrania —estimadas en hasta 100.000 muertos y 400.000 heridos— también limitan su capacidad de mantener esta dinámica indefinidamente.
Un desafío político internacional
El futuro de la guerra está estrechamente ligado al panorama político internacional, especialmente a la política exterior de Estados Unidos bajo el próximo gobierno de Donald Trump. Su administración podría suavizar las sanciones contra Rusia y reducir la ayuda militar a Ucrania, debilitando la posición de Kiev en un momento crítico.
El desenlace del conflicto dependerá tanto de la capacidad de Ucrania para sostener el desgaste ruso como de la respuesta de sus aliados internacionales ante posibles cambios en el apoyo político y militar. Con ambos bandos enfrentando enormes desafíos, el próximo año será decisivo en la guerra que redefine el equilibrio de poder en Europa del Este.
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Fuente: Forbes
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