La victoria de Donald Trump como el 47.º presidente de Estados Unidos, en unas elecciones que estuvieron reñidas y marcadas por una fuerte polarización entre republicanos y demócratas, suscitó una inmediata ola de reacciones – y especulaciones – por parte de diversos líderes mundiales, particularmente en el espectro político de Argentina, al tiempo que abrió interrogantes sobre las políticas que implementará en su segundo mandato y sus implicancias para la política global.
En este contexto, uno de los más entusiastas con el triunfo de Trump fue el presidente argentino, Javier Milei, quien vio en este resultado una serie de expectativas para el país sudamericano. Pero, más allá de tanto entusiasmo, resulta pertinente cuestionarse: ¿Argentina tendrá efectivamente prioridad en la agenda republicana de Estados Unidos?
Desde Buenos Aires, Javier Milei celebró públicamente el triunfo de Trump, enviándole sus felicitaciones a través de redes sociales y reafirmando su expectativa por profundizar los lazos con su homólogo estadounidense. Además, su jefe de asesores económicos, Demian Reidel, calificó esta victoria como una “gran noticia” para Argentina y subrayó la importancia de los Estados Unidos como aliado estratégico.
La base de este optimismo reside en la posibilidad de que la administración de Trump facilite condiciones favorables para Argentina en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y brinde un respaldo político más fuerte a nivel internacional, incluso con la esperanza de que figuras empresariales influyentes como Elon Musk tengan un rol clave en este apoyo.
El FMI, la clave más importante
Uno de los puntos que más expectativa genera en el entorno del líder libertario es la posibilidad de conseguir un acuerdo rápido y favorable con el FMI. Un respaldo financiero de este tipo podría ser clave para aliviar las tensiones en el mercado cambiario argentino, permitiendo nuevos desembolsos de hasta 12,000 millones de dólares. Sin embargo, aunque Estados Unidos cuenta con una importante participación en el FMI, la influencia directa de Trump sobre los términos de los préstamos es incierta y dependería también del consenso con otras naciones influyentes en el organismo.
En este sentido, la historia reciente sugiere que las políticas de Trump pueden ser ambivalentes para Argentina: durante su primera presidencia, si bien apoyó un préstamo del FMI de 55,000 millones de dólares para la administración de Mauricio Macri, también impuso sanciones por dumping a las exportaciones de biocombustibles y aumentó aranceles sobre productos como el acero, en línea con su política proteccionista.
Este enfoque proteccionista genera inquietudes entre algunos sectores en Argentina. Alejandro Díaz, CEO de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham), señaló a CENITAL que, de repetirse las políticas comerciales de Trump, sectores clave de exportación argentina podrían enfrentar nuevos obstáculos.
La historia con Trump sugiere otro rumbo
Aun cuando Milei y su equipo vean en Trump a un posible aliado, el historial de su gobierno en cuanto a barreras arancelarias hace que las perspectivas sean inciertas. En términos de mercado, Matías Surt, economista de Inveq, prevé que la victoria de Trump podría impulsar temporalmente los activos argentinos; sin embargo, advierte que un endurecimiento del proteccionismo y el eventual aumento de tasas de interés en Estados Unidos dificultarían la entrada de capitales en Argentina y, por tanto, el financiamiento a largo plazo.
Lo cierto es que no todos en Argentina ven con buenos ojos esta afinidad con Trump. Javier Timerman, socio de la firma financiera Adcap, considera que el enfoque proteccionista y el aumento del déficit fiscal impulsado por Trump, junto con la reducción de impuestos, podrían llevar a una suba de tasas de interés en EE.UU., lo cual complicaría aún más el acceso de Argentina a financiamiento externo. Esto plantea un desafío para el presidente argentino, que necesitará equilibrar las expectativas de colaboración con Estados Unidos y los posibles efectos negativos de una política que prioriza a la industria y la economía estadounidenses.
Para Estados Unidos, Argentina siempre fue un actor secundario
En Estados Unidos, mientras tanto, la contienda política reflejó una dicotomía entre dos modelos de país, con implicaciones directas que podrían dejarnos entrever la política exterior estadounidense para América Latina, y en particular para Argentina: los cambios en la Casa Blanca podrían no traducirse en un cambio sustancial en la agenda de Washington hacia la región, que históricamente fue considerada una prioridad secundaria. Sin embargo, también es cierto que la creciente competencia de Estados Unidos con China y Rusia podría situar a algunos países de la región, incluida Argentina, en un lugar de importancia estratégica para los intereses de seguridad de EE.UU.
Jorge Arguello, quien fue el embajador argentino en Estados Unidos durante el Gobierno de Alberto Fernández, nos dejó una reflexión, por más interesante, que podría describir el futuro de esta relación: “Salvo cuando aparecen China, Rusia o Irán, el interés inmediato de Estados Unidos está lejos del país y la región en su conjunto. Esa mirada, sin importar el ocupante de la Casa Blanca, está concentrada en Medio Oriente, Ucrania, Taiwán o el Indo-pacífico”. Además, sostuvo que “un apretón de manos en la trastienda de una convención conservadora radicalizada -como la del presidente Javier Milei con Trump- está tan lejos de potenciar hasta el infinito nuestras relaciones bilaterales como un triunfo de Harris de hundirlas”.
¿Las expectativas de Milei con Estados Unidos son pocos realistas?
Esto nos deja claro, al menos por ahora, que a pesar del optimismo inicial de Milei y su entorno, las expectativas de una relación más cercana y beneficiosa bajo Trump podrían ser, en última instancia, poco realistas. Silvia Pedraza, profesora de sociología en la Universidad de Michigan, subraya que el enfoque de Trump en políticas internas y su aislacionismo dificultarían una atención sostenida hacia América Latina.
De vuelta, la victoria de Trump genera tanto entusiasmo como escepticismo entre los sectores políticos y económicos argentinos, y mientras algunos ven una oportunidad, otros recuerdan los efectos negativos que su política proteccionista tuvo en el pasado. La relación entre EE.UU. y Argentina dependerá, en gran medida, de cómo la administración Trump equilibre sus intereses internos con las complejidades de una relación comercial y financiera en evolución.
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