Entrevista con un francotirador del Ejército Israelí

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Los ejércitos nos brindan un catálogo de funciones y servicios que provocan gran curiosidad en el ciudadano común. Un soldado es alguien que a los 18 años decide comprometerse con su Estado y sociedad, por lo cual, si tiene que dar su vida, lo hace, y se prepara física y mentalmente para un sistema al que no todos demuestran la capacidad de enfrentar, un régimen que a muchos les resulta difícil completar el proceso. Es así, el soldado es esa película de acción que ves desde el salón de tu casa, donde pasa por pruebas y situaciones apasionantes, convirtiéndolo en una imagen admirable, un héroe, alguien que a todos quisiéramos conocer.

Entre los diversos trabajos y entrenamientos que tiene que pasar un soldado de combate, el qué más llama la atención es el de francotirador, si bien sabemos a qué se refiere, no conocemos cómo se prepara, cuál es su trabajo especifico. Para responder a estas preguntas, tuve la suerte de conocer a Lucas, un argentino nacido en Córdoba que se encuentra en Israel desde el año 2002. Inmediatamente a su llegada, fue reclutado por el ejército israelí, donde cumplió un interesante período como combatiente y francotirador.

Lucas llegó a Israel con 19 años en el 2002. Israel se encontraba atravesando la segunda intifada y aunque ya había abandonado el Líbano, todavía existía tensión en el ambiente, así en el norte como en el resto del país.

Lucas me cuenta que su objetivo era convertirse en periodista, reportero, pero a su llegada a Israel conoció a un ex combatiente de la unidad de paracaidistas, lo que despertó su curiosidad por saber más sobre el servicio. Lucas es cinturón negro en taekwondo y desde muy pequeño en su Córdoba natal trabajó por la seguridad de la comunidad judía. Por ello, en su naturaleza siempre tuvo el deseo de proteger a su pueblo.

Esa actitud se vio reforzada cuando un atentado, el 4 de noviembre de 2002, por la zona de Kfar Saba, se llevó la vida de dos argentinos, el guardia  del shoping donde se pretendía realizar el atentado, Julio Magrán, quien con su cuerpo abrazó al terrorista y explotó junto con él salvando muchas vidas, y  Gastón Perpiñal, quien no corrió la misma suerte que otros civiles y el impacto de la bomba lo atrapó.

Este ataque causó un gran impacto al momento de tomar la decisión; supo que quería hacer algo al respecto y se alistó en el ejército. La primera etapa tuvo que pasar por la base conocida como “Campamento 80”, donde realizó su primera formación como recluta en un proyecto para inmigrantes que duró dos semanas. Cuando lo finalizó, continuó su carrera como combatiente y fue reclutado en la unidad de paracaidistas 890, donde fue entrenado como soldado de infantería. Al terminar el entrenamiento, le ofrecieron el curso inicial para jóvenes comandantes (conocido por el ejército israelí como príncipes) o un curso de francotirador (ya sabemos lo que eligió, el resto es una historia interesante). Hoy, Lucas, Sargento Mayor en las reservas del ejército, tiene gran experiencia en su haber. Luchó en la Segunda Guerra del Líbano, donde vivió enfrentamientos difíciles con Hezbollah, y recuerda una de sus primeras situaciones en combate cuando, con un grupo de francotiradores, se vieron todos obligados a colocarse en diferentes posiciones de un edificio, y un terrorista que los esperaba entre las escaleras abrió fuego contra ellos creando un combate donde vio a varios de sus compañeros salir heridos.

Aún recuerda lo que hablaron él y sus compañeros antes del inicio del operativo, acordaron mirarse y recordar las caras de cada uno, pues sabían que algunos de ellos no iban a regresar.

G.S- Lucas, ¿qué es un francotirador?

L- En comparación con otros combatientes, por ejemplo, aquellos que se consideraban los más valientes, como los de infantería, el francotirador trabaja con estándares muy diferentes. El papel del combatiente es avanzar y apoderarse del enemigo mediante el control de su territorio, es decir, el soldado de infantería que lucha cuerpo a cuerpo en el proceso de combate debe trabajar con rapidez, saber tomar posiciones rápidamente y disparar si el enemigo presenta una amenaza para él, sus colegas y por supuesto para sus ciudadanos. Es algo que va más allá de saber pelear y tener un buen físico, hay situaciones que son mentales y el soldado tiene que estar preparado para afrontarlas.

El francotirador es más solitario, tiene que combatir desde un lugar silencioso, estar lejos de todo ruido y por supuesto ser invisible. Además, desde tu lugar debes conocer perfectamente el terreno, como ser los puntos cardinales, qué otras fuerzas hay a tu alrededor, los vientos y todo ello para saber calcular bien al momento de disparar. Un francotirador también hace labores de inteligencia en la zona, desde su posición tiene que anticipar no sólo cuál es su objetivo oficial al disparar, sino también proporcionar información sobre el terreno, conocer las distancias entre las distintas posiciones y en ocasiones incluso saber cuántos autos pasan por la pista. Cuando todos estos puntos están arreglados, viene la parte mental de la que hablé, el francotirador no tiene toda la locura y adrenalina que pasa el soldado de infantería, por lo contrario, en esta profesión hay que tener paciencia, estar tranquilo, saber esperar y pensar detenidamente en los movimientos una vez que decidas disparar. Ya sabes a qué me refiero, porque si se falla una vez y no se corrige el error a tiempo, no siempre se tiene una segunda oportunidad, por lo cual es una responsabilidad muy grande.

Los francotiradores, en ocasiones, son los que inician la batalla con un solo disparo, los que entran primero para tomar posiciones y obviamente actúan como retaguardia, brindando seguridad a los soldados en el campo de fuego. Debo admitir que, comparado nuevamente con los otros combatientes que pueden reaccionar ante su objetivo en segundos, el francotirador crea un vínculo con su objetivo, puede mirarlo durante varios minutos, y sí, esto trae cargas psicológicas que se deben afrontar.

G.S – ¿Cómo se prepara un francotirador?

L- Lo principal es el arma, el rifle de francotirador puede ser muy sensible, esto significa que puede descalibrarse fácilmente, por lo cual primero que nada revisa el arma y asegúrate de que sus mecanismos estén listos para la acción. Todo depende de cuándo se lleva a cabo la acción, si se realiza de día o de noche, considerando que el equipo puede cambiar. De noche, todo debe hacerse con visión nocturna y dependiendo del tipo de terreno, que puede ser urbano, forestal o desierto, necesitas saber cómo hacer el camuflaje perfecto. Después es importante colocar el arma con el resto del equipo que va a salir, específicamente ese rincón no se toca, se debe hacer una diferencia notoria.

Lo segundo es estudiar bien la zona, con imágenes de satélite y a veces también es necesario llegar físicamente un día antes para poder estudiarla mejor y dar un informe de inteligencia a las otras fuerzas. Este trabajo se basa en la medición de distancias, vientos, etc. Se comenta antes y se sabe qué posición tomar al día siguiente. También está lo que decimos en hebreo, “Tzafa Meshutefet,” por su traducción significa la división del área en partes con la cooperación de los alrededores, midiendo según lo que veas, quién es el dueño de cada área, por ejemplo, puedo tomar un lugar y decir que desde este edificio que todos ven, hacia la izquierda deben contar 4 edificios más. Esto significa que entre estos límites está mi objetivo y solo a partir de ahí podemos movernos. Desde ese punto, más arriba, otro francotirador decide su área y me informa sobre ella. De esa manera sabemos la posición y cuál es el objetivo de todos. Este informe lo conocen también los soldados que tienen que venir detrás nuestro. También están los ejercicios para simular la acción en sí, entrenar desde cómo caminar según el terreno y hacia dónde ir exactamente, e incluso hacer un ejercicio de combate y ver cómo salir del lugar. El movimiento también se realiza junto con una lista de los accesorios que se llevan, incluida la ropa, para no dejar nada en el suelo, especialmente botas o calzado deportivo. En ocasiones estos últimos se utilizan en el caso de una zona donde pueda quedar huellas no sean de las botas militares.

G.S – contame un poco de tu experiencia en combate

L- Mi experiencia en combate comienza un poco antes de la Segunda Guerra del Líbano, y es importante tener en cuenta lo que he explicado hasta ahora sobre cómo se prepara un francotirador para poder comprender mejor la siguiente experiencia. Como dije y repito, es muy importante hacer simulacros para conocer el terreno, y en este caso recuerdo la situación antes de entrar en combate. La guerra del Líbano fue una guerra para la que muchos de nosotros no estábamos preparados, no fue una guerra que se preparó como una operación, fue algo que me sorprendió siendo un joven soldado. Israel decidió entrar en un tiempo muy breve despues de los secuestros, personalmente, aunque yo ya estaba en el ejército, por un tiempo no me sentí completamente consciente del territorio libanés que le daba al enemigo una ventaja. Tampoco tuvimos tiempo de prepararnos adecuadamente. Aunque soy francotirador también recibí entrenamiento de infantería, por lo que mi trabajo no siempre fue el mismo, a veces tenía que hacer el trabajo típico de infantería, como patrullas o guardias. Cuando estalló la Segunda Guerra del Líbano, yo estaba con mi unidad en el Valle del Jordán y, como ya he dicho, realizaba trabajos estáticos. Obviamente teníamos el entrenamiento para pelear, pero sentí que no era suficiente no conocer al enemigo al que íbamos a enfrentar, quien conoce el terreno mejor que nosotros y lo peor es que él mismo ya estaba esperando. El armamento también hay que tenerlo en cuenta, venimos de una zona relativamente urbana con posiciones estáticas para luchar en un terreno más abierto donde el enemigo no sólo iba a disparar armas, sino misiles y explosivos. Eso cambia el concepto de posiciones junto con el camuflaje. Así eran las batallas, nos sorprendían y la incertidumbre era constante; por la propia tensión sólo podíamos dormitar, dormir era muy difícil, producto de las batallas diarias que teníamos que enfrentar. Lo triste es cuando se apodera la indiferencia en el ser humano, cuando te arrojan un explosivo y no te conmueve nada, o cuando estás en un enfrentamiento y avanzas sabiendo que atrás quedaron soldados muertos o heridos, pero seguís avanzando. Esa sensación de no sentir es muy difícil de explicar. Una situación delicada que me tocó vivir fue que durante mi rol de francotirador no sabía reconocer los movimientos de los terroristas. No sé si se sabe que Hezbollah, a veces usa uniformes de las FDI para confundirnos, y en una posición reconocí a 4 de ellos. Había algo en los uniformes que me desconcertó, pero supe quedarme firme, fui paciente. El contacto informó que no eran nuestros soldados, pero gracias a mi instinto decidí esperar, y fue cuestión de minutos que el informe dio un giro: “No disparen, son nuestros”.

También recuerdo un momento muy incómodo o peligroso: en los recorridos que hacía con los demás soldados de infantería llevaba mi equipo de francotirador, es decir, al rifle con sus municiones le agregaba comida enlatada, vale decir, atún y carne cruda, ya saben (risas). Todo esto es pesado. Cuando entramos al pueblo, cruzando una calle nos atacaron desde un edificio; cuando comencé a correr para cubrirme con todo mi peso, caí hacia atrás y vi como el mundo se puso “patas arriba”. En esa posición pude identificar de dónde los provenían los disparos. Los escuché parcialmente en el asfalto, por suerte mi oficial me sujetó del chaleco y rápidamente me arrastró hasta su posición.

G.S – Me gustaría que me detallaras la batalla que tuviste en Nablus, justo antes de la guerra del 2006, ¿qué pasó exactamente?

Sí, en realidad fue en una operación dentro de un campo de refugiados donde tuvimos que darle refuerzos a una unidad llamada Misteravim. Para aquellos que no saben, esta unidad está representada en una serie de televisión llamada Fauda. Nuestro objetivo era ocupar un lugar en una casa, en este caso un apartamento. De la siguiente manera, elegimos un lugar que puede tener una posición relevante y estratégica, nos dirigimos con el ejército al departamento en cuestión y pedimos que nos dejen entrar. Normalmente los ciudadanos no se resisten porque les damos un formulario para que llenen con el cual pueden solicitar una indemnización en el caso de que la casa o sus integrantes sufran algún daño, pero en este caso tocamos la puerta de la casa equivocada. Entramos al edificio elegido, nos vendamos las botas para que no nos escucharan en las escaleras, subimos, nos identificamos, pero la respuesta se escuchó como alguien gritando “ejército”, seguido de un insulto. Por casualidad llamamos a la puerta de un terrorista, el informe recibido no estaba completo y no tomamos en cuenta quiénes eran los residentes.

Inmediatamente después se escucharon más gritos provenientes de afuera, es decir, la aldea se despertó y supo que estábamos dentro de ella. No recuerdo cuánto tiempo duró, pero no pudimos abortar porque el edificio estaba rodeado. Comenzaron a arrojar todo tipo de explosivos caseros a las ventanas de las escaleras donde nos hallábamos; los explosivos se hicieron más fuertes. Le di orden a mi soldado de que señalara en dirección a las escaleras y yo me posicionaría más cerca de la ventana. Era de noche por lo cual la visión no era nada buena. En un momento de absoluto silencio donde las cosas parecieron calmarse escuché un “clic”, mi soldado soltó el seguro de su arma y a los pocos segundos comenzó a disparar en las escaleras hacia abajo. “Vi una sombra, vi movimiento” gritó, me acerqué y siguió disparando, según él, logró herir a uno de los terroristas, pero lograron salir del edificio.

Después de lo sucedido avisamos que nos habían descubierto, para que nos enviaran refuerzos. Cuando llegaron descubrieron que quienes rodeaban el propio edificio era nada más y nada menos que la propia policía de la Autoridad Palestina, bloqueando al ejército, cuestión por la cual casi desembocó en un enfrentamiento entre ellos. Tras el tiroteo en las escaleras, debimos retirar al terrorista herido que murió días después junto a los suyos. La policía retrasó al ejército para que los terroristas pudieran ser evacuados. Luego el ejército logró entrar y evacuarnos. Terminamos con dos heridos.

G.S – ¿Qué consejo les puedes dar a nuestros jóvenes lectores a quienes les gusta el ejército y quieren reclutarse e incluso continuar tu camino como francotirador?

Quienes estén interesados en alistarse en el ejército deberían preguntarse primero por qué. Para mí no es sólo una experiencia interesante, es una vocación, y la diferencia con otros motivos, es que la vocación te va a llevar a no romperte. El soldado que solo busca acción se aburre, aunque esté listo para cualquier cosa, a veces la mayor parte del tiempo, las tareas de guardia pueden ser más difíciles que cualquier otra tarea, por el cansancio, el frío y precisamente por la falta de acción. El soldado que sólo busca prestigio y reconocimiento también puede sentirse frustrado porque en este trabajo no se reconoce el esfuerzo. Participé en una operación, detuve a un terrorista que estaba a punto de cometer un atentado y lo arrestamos.  El fin de semana fui a casa y escucho en los medios sobre la operación llevada a cabo. Todos elogian al ejército, pero tú, que estuviste allí, no puedes decir nada. Por lo tanto, sólo se puede reclutar al ejército si se tiene vocación, si de verdad amas a tu pueblo incondicionalmente. Esa es la verdadera naturaleza de un soldado. Como nos enseñan aquí, el grado más alto no es el de un general, sino el de un civil.

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