El gran debate que se está discutiendo en los pasillos de la Cancillería Argentina, particularmente dentro de su Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales, tiene que ver con la viabilidad del actual rol de la República Argentina dentro del Mercado Común del Sur (Mercosur), donde, bajo la actual administración de Javier Milei, este está trayendo serios obstáculos para el desarrollo comercial argentino.
No cabe duda que el Mercosur perjudica a los intereses comerciales de nuestro país en pos de su inserción internacional, siendo, en palabras del actual presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, “un lastre” para el desarrollo económico de sus miembros integrantes.
Pero aún así, para nuestro vecino Brasil, el Mercosur significa establecerse como potencia económica regional en detrimento de los otros países, mediante la imposición de barreras arancelarias arbitrarias y un “pity buying” de productos provenientes de los países miembros, donde posee una ventaja comparativa, para así ser “solidario” y contribuir, debido a su poderío económico, al desarrollo de los demás países. Un claro ejemplo de “aquiescencia regional” de la cual la Argentina, Uruguay y Paraguay son indudablemente parte.
Siendo sencillo de mi parte echarle la culpa a Brasil como principal opositor a la flexibilización del bloque económico Mercosur, cabe resaltar que la administración económica del país carioca ha superado con creces en términos de crecimiento y efectividad al de la Argentina desde la fundación del bloque hace más de 33 años.
No todo es culpa de Brasil, también hay graves errores propios
Mientras que Brasil se posicionaba como la sexta economía más grande del mundo en el año 2011, nuestro país atravesaba el último año de aquel “viento de cola” agroexportador iniciado tras la brusca devaluación del peso argentino en 2002 y el aumento exponencial del precio internacional nuestro producto de exportación por excelencia, la soja. Y aunque Brasil supo administrar mejor el freno del crecimiento generalizado en Latinoamérica tras un fuerte ahorro fiscal producto de sus exportaciones en la primera década del siglo XXI, la República Argentina no supo avistar el agotamiento del modelo iniciado por Néstor Kirchner y continuado por su esposa Cristina Fernández, lo cual agravó significativamente la estabilidad macroeconómica en los años venideros.
Las tendencias de agravamiento del déficit fiscal y por lo tanto un crecimiento artificial de la economía mediante el crecimiento del consumo interno le trajo a la Argentina la necesidad de instaurar un control sobre el mercado cambiario, el famoso “cepo”, el cual definitivamente fue la consecuencia del estancamiento económico y la generación de otra “década pérdida” para nuestro país, período que continúa hasta nuestros días. Es evidente que, siendo parte del Mercosur, restringimos seriamente el acceso a otros mercados que compesarían también el enfriamiento de la economía regional, principal compradora de nuestros productos.
La flexibilización del Mercosur: ¿la luz al final del camino?
Si bien la discusión sobre la flexibilización del Mercosur no es reciente, si es cierto que ha tomado una gran importancia tras la caída de la Ola Rosa Latinoamericana y consecuentemente, con el “nuestroamericanismo” y el Socialismo del Siglo XXI. Sabiendo que hemos dejado pasar como región la fantástica oportunidad de integrarnos al ALCA en 2005, hoy el contexto es diferente y es nuestro deber adaptarnos metodológicamente al margen de maniobra que tiene nuestro país, que cuenta actualmente con una economía estancada hace más de 13 años, un alto nivel de endeudamiento externo y una nula credibilidad en términos de seguridad jurídica.
Otra opción: volvernos “miembros asociados”
Otra alternativa sería cambiar nuestro estatus a “miembro asociado”, lo que permitiría conservar acuerdos de cooperación social, fundamentales para la población, y además negociar un nuevo tratado comercial en conjunto con el bloque. Sin embargo, bajo esta opción, Argentina solo tendría voz, pero no poder de decisión en el bloque regional. A su vez, conllevaría un proceso similar al Brexit en Gran Bretaña, donde el impacto inicial de la salida de la Unión Europea fue una leve recesión y una fuerte turbulencia inicial en la balanza de pagos.
Por otro lado, si Argentina decidiera retirarse, perdería beneficios comerciales importantes, tales como la prioridad en las exportaciones y tarifas preferenciales dentro del Mercosur. A pesar de esto, la salida permitiría al país negociar de manera independiente con otras naciones, sin las restricciones que impone el bloque, lo que podría aumentar la competitividad y abrir nuevas oportunidades económicas.
El ejemplo de Chile es relevante aquí, ya que, aunque está asociado al Mercosur, disfruta de los beneficios del mercado laboral y la libre movilidad, mientras sigue negociando acuerdos comerciales con otros países de manera independiente, habiendo sabido balancear su rol en el Mercosur con su presencia en la economía global. Si la Argentina, (y sobre todo sus gobernantes) es inteligente y pragmática, se podrían aprovechar las ventajas del bloque sin dejar de explorar otras oportunidades en mercados internacionales.
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