El pasado lunes, medios estatales rusos difundieron declaraciones del teniente general Igor Kirillov, jefe de las tropas de protección nuclear, biológica y química de Rusia. Kirillov acusó a Estados Unidos de estar trabajando en conjunto con Moldavia y Rumania para “crear agentes biológicos capaces de afectar selectivamente a diversos grupos étnicos de la población”. Estas declaraciones fueron realizadas en una sesión informativa del Ministerio de Defensa ruso, en la que también se afirmó que materiales biológicos, como muestras de sangre y tejidos humanos, habrían sido enviados desde el Centro de Salud Pública de Ucrania a laboratorios de investigación occidentales asociados con el Pentágono.
Según Kirillov, esta transferencia de materiales biológicos se habría realizado a través de un complejo esquema que involucraría instituciones médicas, intermediarios occidentales y empresas de logística con supuestos vínculos con la presidenta moldava, Maia Sandu. Cabe recordar que Sandu ha denunciado previamente intentos de golpe de Estado por parte del Kremlin en su país.
Reacciones Internacionales
Las declaraciones de Kirillov carecen de pruebas verificadas de manera independiente. Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores moldavo desmintió las acusaciones a través de un comunicado en Telegram, calificándolas de “pura ficción” y señalando que forman parte de “una serie de bulos con los que la propaganda rusa intenta promover la idea de que Ucrania podría utilizar agentes biológicos”. El comunicado además subraya que estas afirmaciones buscan generar confusión y desacreditar a las autoridades moldavas y a su orientación pro-europea, especialmente al haberse hecho públicas en coincidencia con el Día de la Independencia de Moldavia, con la clara intención de crear división y conflicto interno.
Las recientes declaraciones de Kirillov no son un hecho aislado. Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022, Moscú ha mantenido una retórica persistente en torno a la supuesta existencia de programas biológicos militares desarrollados en Ucrania con la ayuda de Estados Unidos. Un mes después del comienzo de la guerra, el Ministerio de Defensa ruso acusó a científicos ucranianos y estadounidenses de intentar ocultar un programa de armas biológicas que implicaría el uso de patógenos como la peste, el ántrax, la tularemia y el cólera.
Washington ha respondido a estas acusaciones calificándolas de “irrisorias”, sugiriendo que podrían ser una estrategia de Moscú para justificar el uso de armas químicas o biológicas en el conflicto. Incluso, en marzo de 2022, Kirillov afirmó que se había descubierto un complot para enviar animales infectados a Rusia, y que muestras de sangre habían sido enviadas a laboratorios en Australia para estudiar el “ADN eslavo”, insinuando la creación de un arma biológica destinada a afectar exclusivamente a rusos étnicos.
Estas declaraciones fueron amplificadas por altos funcionarios rusos, como el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, y el embajador de Rusia en la ONU, Vasili Nebenzya. Sin embargo, en reuniones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, las acusaciones fueron rechazadas como “un disparate absoluto” por un grupo de científicos que acusaron al gobierno ruso de mentir deliberadamente.
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