La ambigüedad estratégica de China en el conflicto entre Venezuela y Guyana por el Esequibo pone a prueba la diplomacia regional

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La disputa territorial centenaria entre Venezuela y Guyana por la región del Esequibo ha cobrado nuevo impulso, y en el medio de esta confrontación, China emerge como un actor clave cuya ambigua posición despierta interrogante sobre su verdadero papel en el escenario geopolítico regional.

La escalada de tensiones fue cuando Venezuela hizo una incursión a la zona en disputa, ostentando el lema “El Esequibo es nuestro” con material militar de fabricación china. Este despliegue de fuerza, lejos de ser una mera exhibición aérea, simboliza la compleja red de intereses y alianzas que se tejen en torno al conflicto.

El triángulo entre China, Venezuela y Guyana

Por un lado, China se presenta como el sostén económico y militar del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. La venta de armamento sofisticado, como los K-8W o los vehículos blindados VN-4, junto con la asistencia en materia de vigilancia digital provista por gigantes como Huawei y ZTE, han sido fundamentales para la supervivencia del chavismo. Además, Pekín ha sido un salvavidas financiero para Caracas, absorbiendo millones de barriles de petróleo venezolano a pesar de las sanciones internacionales.

Sin embargo, la otra cara de la moneda muestra a una China que invierte fuertemente en Guyana, participando en proyectos de infraestructura, turismo y, crucialmente, en la explotación petrolera offshore. La China National Offshore Oil Corporation (CNOOC) posee una participación significativa en el bloque Starbroek, epicentro del boom petrolero guyanés y, a la vez, objeto de las reivindicaciones territoriales de Venezuela.

Esta dualidad en el accionar chino pone de manifiesto una estrategia de ambigüedad calculada. Mientras reafirma su “asociación estratégica para todos los tiempos” con Venezuela, continúa profundizando lazos económicos con Guyana. La diplomacia china ha intentado mantener un delicado equilibrio, evitando tomar partido abiertamente por alguno de los contendientes. Los medios estatales chinos han llegado incluso a dar cobertura balanceada al conflicto, en contraste con la postura más beligerante adoptada por Rusia en favor de Venezuela.

El rol de las superpotencias en el Esequibo

Esta posición intermedia de China contrasta con la de Estados Unidos, que ha tomado una postura clara de respaldo a Guyana. Washington ha intensificado su presencia diplomática y militar en Georgetown, con visitas de alto nivel y ejercicios militares conjuntos, buscando disuadir cualquier acción unilateral de Caracas.

No obstante, a pesar de los esfuerzos estadounidenses, China mantiene una influencia considerable en ambos países. En Guyana, las empresas chinas siguen ganando terreno en sectores clave, y la formación militar de oficiales guyaneses en China supera con creces a la brindada por Estados Unidos. Esta realidad subraya la necesidad de que Washington desarrolle una estrategia más robusta y multidimensional hacia Guyana, que vaya más allá del ámbito militar y abarque inversiones en infraestructura y desarrollo.

El desafío para la política exterior estadounidense radica en demostrar que puede ser un socio más confiable y comprometido que China, capaz de defender el orden internacional basado en reglas. La forma en que se maneje esta crisis tendrá repercusiones que trascenderán las fronteras sudamericanas, sentando un precedente sobre la capacidad de disuasión ampliada de Washington frente a potencias revisionistas.

La controversia del Esequibo se perfila así no solo como un diferendo limítrofe, sino como un termómetro de las cambiantes dinámicas de poder global, donde la sombra de China se proyecta cada vez más larga sobre el hemisferio occidental.

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