Durante los comicios presidenciales de agosto de 2021, donde Ebrahim Raisi se convirtió en el líder del Poder Ejecutivo, superando al candidato respaldado por el expresidente Hasán Rohaní, los analistas confirmaron un avance hacia el ala conservadora y un cambio en el control de la República Islámica. Raisi, hombre de suma confianza para el Líder Supremo de Irán desde la revolución islámica, se transformó en una figura central para el país en un contexto actual de grandes desafíos internos y externos.
Al confirmar el fallecimiento del hombre clave en Irán, se presentan una serie de obstáculos no solo para la conservación del poder, ya que el ahora difunto representaba una clave para el ámbito político y también para el poder religioso. Raisi era considerado como un posible sucesor del Líder Supremo Ali Jamenei, lo que añade una capa adicional de incertidumbre a la situación actual.
El laberinto de la República Islámica
El desencanto del ciudadano iraní promedio con el régimen, debido a la falta de representatividad real, provocó una disminución en la participación ciudadana en las urnas. Esta apatía se vio impulsada por la “depuración” de candidatos llevada a cabo por el Consejo de los Guardianes bajo la supervisión final del Líder Supremo. El triunfo de Raisi, en este contexto de abstención electoral, fue visto como un signo de la consolidación del poder conservador en Irán. Además, profundizó la brecha entre el establishment político y la sociedad que supuestamente representa.
La baja participación en las elecciones (40.64% en las parlamentarias del 2024, 48.78% en las presidenciales del 2021, y 42.57% en las legislativas del 2020), sumada a las distintas protestas que se han dado en el país, ha provocado una crisis de legitimidad del régimen. Esto ha llevado al sistema a “cerrarse” y aplicar medidas de censura contra los “opositores” al régimen, incrementando el malestar social en los últimos años.
El factor económico también es un problema significativo para el país, que se encuentra sumido en ciclos de crisis económica derivados de las sanciones impuestas por Occidente tras el fracaso del acuerdo nuclear firmado en 2015. Estas sanciones han restringido severamente la capacidad de Irán para comerciar con el mundo exterior, exacerbando los problemas económicos internos, provocando inflación y desempleo.
Otro factor interno a la hora de analizar el día a día en Irán es la consolidación del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica Iraní (IRGC, por sus siglas en inglés) como uno de los centros de poder e influencia a la hora de tomar decisiones en la política iraní.
Estos factores domésticos se chocan con una agenda internacional marcada por los altibajos que configura Irán con Occidente en el plano del acuerdo nuclear que fracasó tras la salida unilateral de Donald Trump en 2018. En este sentido, la gestión del presidente Ebrahim Raisi se enfocó en la reanudación de las conversaciones en materia nuclear con las potencias occidentales. La retórica del gobierno de “mirar a Oriente” transformó la agenda de política exterior con respecto al vínculo con Rusia y China, e implica una serie de disposiciones con el fin de fortalecer los lazos estratégicos con ambas potencias para un “nuevo” posicionamiento internacional de la nación persa.
Por otro lado, en pos de ser un país preponderante en la región, Irán sigue estableciendo una vasta red de alianzas tanto estatales como no estatales con sus contrapartes de países como Irak, Siria, Yemen, Líbano y Palestina, entre otros. Además, en los últimos meses, Irán se vio involucrado en una escalada de tensiones directas con su archienemigo Israel, lo que ha añadido una dimensión adicional a la ya compleja situación geopolítica en Oriente Medio.
Un recorrido por la trayectoria de Ebrahim Raisi
Ebrahim Raisi, era un clérigo de línea dura y jefe de la judicatura nacional antes de asumir la presidencia en junio de 2021. Como clérigo, creía en el estricto cumplimiento de la ley islámica. “La preservación de los valores morales en la sociedad es un requisito de la Sharia, un requisito de la ley y de los derechos civiles”, eran claves para el mandatario. Sin embargo, Raisi era más conocido por su papel en la llamada “comisión de la muerte” que ordenó las ejecuciones extrajudiciales de entre 4,000 y 5,000 presos políticos en 1988, según Amnistía Internacional.
Raisi ocupó numerosos puestos centrales en el marco institucional de la República Islámica. Antes de ser presidente, fue el titular del Poder Judicial del país (desde 2019), pero anteriormente dirigió la Fundación Astan-e Qods Razavi en Mashhad (2016-19), fue Fiscal General de Irán (2014-16) y miembro de la Asamblea de Expertos (desde que fue elegido en 2006 como representante de la provincia de Jorasán del Sur). También se desempeñó como Jefe Adjunto del Poder Judicial (2004-14), Jefe de la Inspección General (1994-2004) y Jefe de la Fiscalía de Teherán y Karaj desde 1981.
Raisi tenía un recorrido político siempre basado en la justicia y en los principios de la Revolución. Su administración respondió a ejes basados en la “Segunda Fase de la Revolución” que el Líder Supremo esbozó en 2019. Raisi era un hombre de confianza de Jamenei, que fue uno de sus instructores y tutores en su formación. Esta confianza se tradujo en el posicionamiento que el Líder le otorgó al ahora presidente, incluyendo la conducción de la poderosa fundación religiosa Astan Quds Razavi, que gestiona el santuario del Imán Reza en Mashhad.
En 2019, Raisi fue nombrado jefe de la Autoridad Judicial iraní, un rol que le permitió luchar agresivamente contra la “corrupción” y lo catapultó como una de las personas más influyentes en el proceso político de Irán, permitiéndole acceder a la presidencia. Raisi se transformó en una figura central en el poder, estableciendo alianzas con otros miembros políticos para desplegar sus estrategias y así posicionarse como un posible sucesor del Líder Supremo.
Irán después de Raisi
La repentina muerte de Ebrahim Raisi ha sumido a Irán en una profunda incertidumbre en un momento crítico. Mientras el país se prepara para elegir un nuevo presidente en medio de tensiones internas y externas, también se aviva la especulación sobre quién podría suceder al líder supremo Ali Jamenei. Raisi era visto como un potencial heredero de Jamenei, por lo que su fallecimiento deja un vacío de poder en una estructura golpeada. Los dos nombres que más suenan como posibles sucesores son Mojtaba Jamenei, el hijo del líder supremo, y Alireza Arafi, una figura religiosa influyente pero menos conocida públicamente. Sin embargo, el ascenso de Mojtaba podría ir en contra de los principios antidinásticos de la propia Revolución Islámica, sembrando divisiones en las élites gobernantes y desatando una peligrosa lucha de poder entre facciones conservadoras rivales.
En un intento por transmitir estabilidad, Jamenei ha nombrado un presidente interino y un consejo tripartito para organizar los comicios presidenciales en 50 días, como dicta la constitución. Pero será un gran desafío generar una participación electoral masiva que otorgue legitimidad al nuevo mandatario, en un contexto de apatía ciudadana y falta de opciones reformistas reales en las urnas. Las autoridades temen un nuevo récord de abstención que agrave la crisis de representatividad del régimen.
Más allá de la sucesión presidencial, la mayor incógnita es cómo se dirimirá el relevo del mismísimo Jamenei al frente de la República Islámica. Un proceso que históricamente se ha llevado a cabo en las sombras por un círculo íntimo de confianza, pero que esta vez podría desatar una cruenta batalla en la cúpula del poder si no existe un consenso claro. Las distintas facciones buscarán posicionar a sus candidatos, mientras los sectores reformistas y moderados pugnarán por recuperar espacios de influencia.
En medio de esta vorágine sucesoria, las principales políticas de Irán en materia nuclear, alianzas regionales y confrontación con Occidente e Israel, difícilmente cambiarán de rumbo a corto plazo. Pues estas son dictadas por los centros de poder de más alto nivel: el líder supremo y en menor o mayor medida por la Guardia Revolucionaria.
La prioridad inmediata para el líder supremo Jamenei será intentar contener una mayor desestabilización de las fuentes del poder de la República Islámica y transmitir que la permanencia del régimen no depende de individuos, sino de las estructuras de poder que lo sostienen. Pero el desenlace de la doble crisis sucesoria que se proyecta en el corto plazo, determinará en gran medida el futuro de Irán, tal como se conoce hasta el día de la fecha.
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