Australia es un país peculiar en muchos sentidos. Es lo bastante grande como para tener un peso importante en el mundo, pero no lo suficiente como para imponer miedo. Esta tierra mantiene una reputación especial: nadie parece tener una gran queja contra ella. A pesar de haber estado al lado de Gran Bretaña en las dos guerras mundiales y haber sido un aliado cercano de los Estados Unidos en muchos conflictos, Australia supo mantener su imagen como una nación libre, autónoma y pacífica.
Sin embargo, en los últimos años, la seguridad en la región del Indo-Pacífico está experimentando un deterioro notable, lo que llevó a Canberra a reconsiderar su enfoque en política exterior y defensa. Dado que el Indo-Pacífico se convirtió en el epicentro de la competencia entre las principales potencias de este siglo, no sorprende que Australia aspire a contribuir a la estabilidad, prosperidad y seguridad de la región. En este sentido, sus líderes (según su perspectiva) están empleando diversos recursos para garantizar el respeto a las leyes internacionales, la reducción de la presión y el fomento del crecimiento y desarrollo autónomo de las economías y sociedades en el Indo-Pacífico.
Asimismo, desde la era de la presidencia de Donald Trump, Washington está buscando fortalecer la cooperación militar entre ambos países y posicionar a Canberra como un socio estratégico para contrarrestar el crecimiento y la influencia de China en la región. Este objetivo se consolidó aún más bajo la presidencia de Biden con la firma del acuerdo AUKUS y el revitalizamiento del QUAD, un grupo compuesto por cuatro potencias influyentes del Indo Pacífico (EE. UU., Australia, India y Japón), originalmente creado en 2007 durante la Administración Bush (hijo).
En este contexto, el gobierno australiano presentó recientemente la primera Estrategia Nacional de Defensa (END) del país, junto con su Plan de Inversión Integrada (IIP) correspondiente. Esta publicación es gran importancia dado que los gobiernos australianos suelen tener una duración de tres términos, lo que sugiere que estos dos documentos probablemente mantendrán su relevancia hasta la próxima década, aunque con revisiones bianuales.
La END comienza argumentando que el entorno estratégico de Australia está experimentando un deterioro continuo, impulsado por la creciente competencia entre Estados Unidos y China, los conflictos en curso en Europa y Medio Oriente, la gran acumulación de armamento por parte de China y las tensiones persistentes en torno a Taiwán y el Mar del Sur de China. En este sentido, el ministro de Defensa australiano, Richard Marles afirmó que “Las hipótesis optimistas que guiaron la planificación de defensa después del fin de la Guerra Fría ya no son válidas”, según su opinión, Australia “ya no puede permitirse el lujo de contar con diez años de alerta estratégica en caso de un conflicto”.
Este enlace de todos los escenarios y conflictos como factores influyentes en el entorno de seguridad de Australia converge con percepción de integración de amenazas en una gran amenaza global que promueve la estrategia de Disuasión Integrada de EEUU de la que comente la semana pasada. Este enlace de amenazas e interconexión entre las regiones del Indo-Pacífico, Euro-Atlántica y demás también fue parte la declaración conjunta entre Biden y Kishida durante la reciente visita del Primer Ministro de Japón, Fumio Kishida, a EE.UU, donde se abordó una agenda ambiciosa que refleja el compromiso mutuo de Japón y EE.UU por intensificar la colaboración en seguridad y defensa.
Este vínculo entre todos los escenarios y conflictos como factores influyentes en el entorno de seguridad de Australia converge con la percepción de una integración de amenazas en una gran amenaza global que promueve la estrategia de Disuasión Integrada de Estados Unidos. Esta conexión de amenazas e interconexión entre las regiones del Indo-Pacífico, Euro-Atlántica y otras también fue parte de la declaración conjunta entre Biden y Kishida durante la reciente visita del Primer Ministro de Japón a Estados Unidos. Durante esta visita, se abordó una agenda ambiciosa que refleja el compromiso mutuo de Japón y Estados Unidos por intensificar la colaboración en seguridad y defensa.
Ante esta realidad, el documento adopta un enfoque proactivo, otorgando prioridad a la disuasión como pilar fundamental de la estrategia de defensa australiana, recomendando implementar una estrategia de negación que impida que otros actores proyecten poder contra el país desde los mares del norte. Si bien este concepto de disuasión no es nuevo en la política de defensa australiana, la END marca un cambio al situarlo en el centro de la planificación estratégica. Además, se asignó una nueva prioridad: garantizar que las Fuerzas de Defensa Australiana cuenten con la capacidad necesaria para proteger la conexión económica de Australia tanto con la región como con el resto del mundo.
En cuanto al IIP, este delineará la manera en que se alcanzarán los objetivos establecidos en la END mediante la adquisición de nuevos equipos para las Fuerzas de Defensa Australiana. Según el documento, se destinarán alrededor de 330 mil millones de dólares australianos en los próximos 10 años, con el propósito de fortalecer las capacidades marítimas. Los mayores desembolsos presupuestarios se dirigirán a proyectos como la adquisición de submarinos nucleares de ataque y la construcción de seis fragatas de la clase Hunter. Este enfoque refleja claramente la prioridad otorgada a las capacidades marítimas en el marco de la estrategia de negación.
Además, en consonancia con el objetivo de la END de adoptar un enfoque nacional, el documento busca integrar las actividades de defensa con el resto de Australia. Se considera que la END también realizará inversiones importantes en áreas como diplomacia, resiliencia industrial, cadena de suministro, innovación, ciencia y tecnología, fuerza laboral, habilidades nacionales y comunidad de inteligencia nacional.
No obstante los progresos logrados, la END se enfrenta a diversos desafíos que deben abordarse para asegurar su efectividad. En primer lugar, surge la pregunta sobre si el gobierno está avanzando lo suficientemente rápido en la implementación de la estrategia. Aunque se contempla duplicar el presupuesto de defensa en la próxima década y se han delineado importantes inversiones en capacidades militares, muchas de estas no estarán disponibles hasta la década de 2030.
Además, la escala y el tamaño relativamente reducido de las Fuerzas de Defensa Australiana plantean dudas acerca de su capacidad para representar una amenaza creíble para posibles adversarios. Aunque se espera que las inversiones en capacidades militares mejoren la capacidad de Australia para implementar su estrategia de disuasión por negación, queda por ver si dichas inversiones serán suficientes para contrarrestar las crecientes amenazas en la región.
Asimismo, la END parece mostrar una fortaleza táctica más que estratégica. Describe de manera bastante adecuada una serie de efectos de capacidad que representan los requisitos generales en los que deben encajar tanto los equipos nuevos como los antiguos. Sin embargo, la conexión entre este nivel táctico y el objetivo estratégico primario de disuasión carece de claridad. Aunque se presume la existencia de un vínculo, este no se explica de manera suficiente.
Se supone que las dos principales estrategias de Australia son: una de equilibrio de poder que aborda la competencia entre grandes potencias, y una estrategia de compromiso centrada en las potencias medianas y pequeñas de la región. La END ocasionalmente hace referencia a la primera mientras ignora la segunda, aunque ambas aparentemente están profundamente arraigadas en la Defensa.
Finalmente, si bien la END representa un logro en la evolución de la política de defensa de Australia, aún le falta mucho por hacer para integrarla en una estrategia de seguridad nacional más amplia. La ausencia de una estrategia de seguridad nacional integral que alinee los objetivos de seguridad nacional con los recursos disponibles es una preocupación importante que debe abordarse para garantizar la coherencia y eficacia de la política de defensa de Australia.
En conclusión, la Estrategia Nacional de Defensa marca un paso significativo en el esfuerzo de Australia por salvaguardar su seguridad y prosperidad en un entorno estratégico cada vez más complejo. Sin embargo, para enfrentar los desafíos futuros y mantener su posición como actor clave en la región del Indo-Pacífico, Australia debe abordar de manera proactiva los desafíos identificados y continuar adaptando su enfoque de defensa a medida que evolucionan las circunstancias estratégicas.
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